lunes, 9 de febrero de 2015

CÍBOLA Y QUIVIRA



En algún lugar de Sonora, al Noroeste de México, se decía que eran siete ciudades cuyos edificios estaban hechos de oro y adornados con piedras preciosas.

El mito del Cíbola y Quivira, al igual que la de El Dorado se alimentaba más de rumores y fantasías que de hechos científicos y racionales comprobables.

Se le dio este nombre porque en las llanuras donde se encontraba asentada entonces se encontraba pletóricas de bisontes, estos animales no se conocían en Europa, por lo que los primeros expedicionarios le bautizaron como Cíbola.

Según las versiones de los náufragos de la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1528, habían oído que tierra adentro se hallaba una ciudad que desbordaba riquezas.

A este mito se unió una antigua leyenda española de 713 que decía que siete obispos huyeron de Mérida, España para no caer en manos de los árabes que habían conquistado la península ibérica.

Se decía que los obispos huyeron con grandes riquezas. Cuando se realizó la conquista de América dicha leyenda se hallaba presente en la mente de los europeos.

Se pensaba que cada obispo fugitivo había fundado una ciudad llena de riquezas, lo que no quedaba claro es ¿Cómo llegaron a América? Si en ese entonces atravesar el mar requería planeación, dinero y espíritu emprendedor. Además de los peligros que supone viajara con un equipaje lleno de objetos de valor.

Nombre de las 7 ciudades de Cíbola: La leyenda original se magnifico, pasando de ser una sola ciudad a ser siete nombradas como Aira, Anhuib, Ansalli, Ansesseli, Ansodi, Ansolli y Con, que conformaban el reino de Cíbola y Quivira.

En el intento de localizar y conquistar la ciudad se realizaron expediciones, donde algunos exploradores encontraron la muerte.

Algunos exploradores llegaron al desierto de Sonora en 1529 y vieron las casas de los habitantes del desierto construidos a orillas de voladeros, a lo lejos asemejaba una ciudad, además el brillo del sol sobre la arena le confería un color dorado que se confundió oro y piedras preciosas.

En otra expedición de 1540 se descubrió que lo que había sido visto en 1528 eran solamente casas de adobe construidas en los riscos del desierto y con habitantes hostiles dispuestos a todo antes que perder su patrimonio y su tierra.

En la actualidad se pueden observar las ruinas de un viejo asentamiento en el desierto de Nuevo México que se le llama La Gran Quivira en recuerdo al mito que alimento la exploración del entonces desconocido desierto norteamericano.

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