domingo, 8 de mayo de 2016

NO INSULTE NI AGREDA A LOS ESPÍRITUS



Juanito era un niño que todos los fines de semana iba a visitar a su abuela junto con sus padres. En el jardín de la abuela había un gran árbol, debajo del cual Juan y sus primos se ponían a jugar.

Cuando la abuela los veía siempre les decía que no debían jugar bajo de ese árbol porque allí existía un aire maligno.

Pero ninguno de los niños le hacía caso y continuaban jugando a las canicas o al trompo en aquel lugar, porque les proporcionaba sombra.

Pero un mal día  Juanito se la pasó jugando más de la cuenta bajo el árbol, y al regresar a su casa empezó a sentirse muy mal.

Le dolía mucho la cabeza, vomitaba, estaba deshidratado y se sentía morir. Los padres le llevaron a ver a dos médicos, pero el chico seguía empeorando cada vez más.

Entonces su madre, aconsejada por la abuela, decidió llevarlo con una curandera, pues tenía todos los síntomas de haber atrapado el “aire maligno”, y el muchachito estaba cada vez peor y veía borroso.

Acudieron al consultorio de una curandera que le dijo a su madre que era la mejor de la ciudad.

Juanito se espantó mucho cuando leyó un letrero que rezaba “No insulte ni agreda a los espíritus”, pero se tragó su miedo.

Al llegar su turno, la curandera sacó una baraja española y empezó a interpretarla mientras pronunciaba extrañas palabras y a relatar lo que había hecho Juan ese fin de semana fatal.

Le dijo que había estado jugando bajo un mal árbol y que a las doce del día un aíre maligno se le había introducido en el cuerpo.

La mujer tomó un ramo de hierbas y flores, lo mojó en un líquido verde y empezó a limpiar el cuerpo del muchachito.

Al salir del consultorio, Juanito todavía se sentía muy mal, pero al llegar a su casa, se encontraba completamente sano.

La curandera había logrado expulsar al aire maligno que había atrapado el desobediente muchachito.

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