jueves, 13 de octubre de 2016

LA VIRGEN DE OCOTLÁN



En el año de 1541, Juan Diego Bernardino, un indio nahua, topile de un monasterio, iba caminando por un bosque de ocotes, en Ocotlán, lugar de Ocotes, poblado situado en el estado de Tlaxcala.
De pronto, la Virgen se le apareció y le preguntó a dónde se dirigía. Juan Diego le respondió que llevaba agua a los enfermos que se estaban muriendo a causa de una epidemia.
Al escucharlo, la Virgen le dijo que la siguiera para darle un agua milagrosa que los curaría, y que debían beber todos los habitantes para preservarse del contagio.
El indio la siguió hasta un fresco manantial en donde llenó su olla con agua, y regresó a su comunidad que se llamaba Santa Isabel Xiloxoxtla.
Cuando estaba a punto de partir la Santa Señora, le informó que dentro de un árbol de ocote se encontraría con una imagen de ella, la cual debía llevar al Templo de San Lorenzo.
Juan Diego avisó a los frailes, quienes acudieron al bosque por la imagen.
Cuando llegaron el campo estaba envuelto en llamas, pero el fuego no quemaba nada, y en un luminoso árbol encontraron la imagen de la Virgen María.
Se la llevaron al templo y la colocaron en el altar mayor, que hasta ese momento ocupaba la imagen de San Lorenzo.
Pero al sacristán no le gustó la idea, pues era devoto del santo y, por la noche, cambió de sitio a la Virgen y volvió a poner a San Lorenzo en el altar mayor.
La virgen de Ocotlán está hecha en madera estofada y policromada.
Mide de alto un metro cuarenta y ocho centímetros, y se encuentra sustentada en un pedestal de plata repujada.
Un manto la cubre, sus manos se juntan en el pecho a modo de plegaria, y está elaborada de madera de ocote… de aquel árbol de ocote sagrado.

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