viernes, 25 de mayo de 2018

LA CAMPANA MARÍA




La Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción está considerada como Patrimonio de la Humanidad. Su belleza es incuestionable y orgullo de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, Se construyó entre los siglos XVI y XVII. Los trabajos se iniciaron en el año de 1575 y dieron término en 1649, cuando fue consagrada como tal. Por su suntuosidad se la considera un verdadero museo de obras de arte religiosas en escultura, orfebrería, pintura, y tapicería.
La catedral que mide 97.67 de largo y 51 metros de ancho se trazó siguiendo la forma de una cruz griega. Destacan en ella sus dos hermosas torres. La denominada Torre Vieja, que se encuentra hacia la parte norte se terminó de construir en el año de 1678, y es la única que tiene campanas, la torre sur carece de ellas. Ambas miden 70 metros de altura. Aunque no fueron construidas en el mismo año.
La torre norteña cuenta con varias campanas: la de San Ignacio de Jesús, la de San Joaquín, la de Santa Bárbara, la de Santa Ana, Ánima Grande, Ánima Chica, El Niño, Santo Óleo y la de María. También se encuentra siete menores o esquilas llamadas: El Venerable Sr. Palafox, Santo Domingo, San Pantaleón, San Pedro, San Miguel, Nuestra Señora de los Dolores y El Santísimo.  
La Campana María es la mayor de ellas y alcanza la ocho toneladas y media. La fundió el 28 de marzo de 1729, el maestro campanero llamado Francisco Márquez ayudado por su hermano Diego. Se trata de una campana mágica que cuenta con una bonita leyenda.
Fue una campana difícil de hacer que requirió de tres (otras fuentes nos hablan de cuatro) intentos previos para fundirla, hasta que se logró hacerlo empleando cobre (80%), plomo (10%) y estaño (10%) y lograr un sonido puro y sonoro. Los religiosos y los constructores estaban seguros de que la dificultad para fundirla se debía a la soberbia de querer obtener una campana tan grande.
Como la campana era tan grande costaba mucho trabajo subirla a la torre correspondiente por las escaleras. Los encargados de la obra y de subir la bella campana estaban sumamente desesperados y tratando de encontrar la manera de subirla tantos metros. Mientras tanto la campana esperaba en el atrio.
Una mañana, muy tempranito, los vigilantes se dieron cuenta de que la campana había desaparecido. Todos se dieron a la tarea de buscarla. Pero no la encontraron. Era imposible que por su tamaño alguien se la hubiese podido llevar.
Al cabo de cierto tiempo, se percataron los habitantes de la ciudad de que la Campana María se encontraba en su sitio en la torre. Era un milagro. Unos ángeles habían intervenido para que pudiese ser subida, pues estaban muy agradecidos ya que al ser fundida la campana se la había puesto la salutación “Ave María Gratia Plena.” Por supuesto que los ángeles no necesitaron de ninguna grúa para poderla subir, simplemente emplearon sus manos y volaron con sus alas hasta la torre donde la colocaron. Los ángeles encargados de dicha tarea carecían de sombra.
Otra versión de la leyenda nos cuenta que el vigilante de la construcción de la catedral y de la campana, mientras cumplía su turno, por la noche soñó que unos ángeles bajaron del cielo y se encargaron de subir la campana. Cuando amaneció, por toda la ciudad se escuchó el repique de la misma.


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