domingo, 26 de agosto de 2018

LA ENFERMERA EVA




En un poblado pequeño cercano a la ciudad de Tijuana vivía Eva, una joven enfermera que era muy feliz con la vocación de ayudar.

A pesar de que trabajaba en un hospital, Eva también atendía a pacientes fuera y muchas veces de forma gratuita. Podía brindar su servicio a niños, mujeres embarazadas y hombres enfermos sin cobrar ni un centavo.

Un día, una mujer le pidió a Eva que revisara a su marido pues parecía que estaba muy enfermo. Pero Eva tenía muchas personas que atender, así que le pidió a la mujer que le diera su dirección y en cuanto pudiera la iría a visitar. La mujer le indicó que vivía muy cerca de la Rumorosa, un sitio que quedaba un poco lejos de la casa de Eva, pero aun así la enfermera no negó su asistencia.

Tras una larga jornada visitando casas de enfermos, por fin al caer la noche Eva pudo encaminarse hacia la Rumorosa. Por desgracia el camino era muy complicado y la pobre enfermera se perdió por completo.

Cada vez era más oscuro, los autos pasaban a alta velocidad y por las curvas les era imposible detenerse. La enfermera comenzó a desesperarse y ya no sabía qué hacer. Tenía mucho miedo ya que la Rumorosa es un camino muy solitario y, a altas horas de la noche resulta demasiado peligroso.

Al llegar las 12 de la noche, las pequeñas piedras del camino se comenzaron a convertir en animales, serpientes, arañas y hasta chivos que tenían ojos endemoniados. Los animales comenzaron a hablar y todos gritaban el nombre de Eva. La enfermera corrió asustada sin poder ver cada uno de sus pasos, se tropezó y se golpeó la cabeza. Su cuerpo cayó hacia la profunda barranca y no se supo más de ella.

Al día siguiente su familia y sus amigos comenzaron a buscarla pero nunca la encontraron. Desde ese día, cada vez que algún auto pasa por la Rumorosa a altas horas de la noche puede ver a una mujer vestida de blanco pidiéndole que la lleven. Muchos por el susto y evitar atropellarla se salen de la carretera y chocan contra las enormes rocas perdiendo la vida. Otros que corren con más suerte pasan ese tramo sin problemas, pero al poco tiempo ven que a su lado está la enfermera sentada en silencio.

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