viernes, 23 de noviembre de 2018

MENONITAS




En el año de 1922 llegaron a México tres mil personas menonitas invitados por el presidente Álvaro Obregón, cuyo gobierno corrió con los gastos de dicha llegada. El número aumentó a diez mil que se distribuyeron por Guanajuato, Durango y Chihuahua. Se trataba de un grupo étnico que provenía de Zúrich, Suiza, cuyo líder espiritual fue Menno Simons (1496-1561) un líder anabaptista de los Países Bajos.
Los encargados de establecer el acuerdo para inmigrar a México fueron varios dirigentes menonitas, entre los que destacó David Rempel quien se encargó de establecer una crónica de viajes. Según él, los menonitas salieron de Rosenfeld hacia Winnipeg, para llegar a Tejas, de ahí pasaron a Arizona, luego a Nogales, y posteriormente a Sonora.
En marzo de 1922 salieron de Manitoba, Canadá seis trenes que llegaron a San Antonio de los Arenales. Fueron nueve mil doscientas sesenta y tres menonitas que se asentaron en tres municipios de Chihuahua.
Aparte de los artículos domésticos, cada familia llevaba animales de crianza, madera, materiales para construir de sus casas y quince millones de pesos. Cada familia tuvo derecho a cuarenta acres de tierra. Al paso del tiempo se fueron distribuyendo en varios estados de la República Mexicana.
Los inmigrantes que llegaron a Chihuahua se dividieron en dos colonias: Manitoba y Swint Curent, y en ella formaron un gobierno teocrático, dirigido por obispos elegidos por el Espíritu Santo, quienes se encargan de que los miembros de las colonias vayan por el buen camino. Solamente pueden ser obispos aquellos hombres que han demostrado ser buenos padres y son casados y bautizados.
Se trata de un grupo muy cerrado, endogámico, con costumbres muy antiguas algunas de las cuales se remontan al medievo europeo. Conservan sus vestimentas tradicionales del siglo XVI del norte de Europa. Y suelen trasladarse en carruajes antiguos. Cada colonia menonita tiene sus normas propias, aunque en general se puede decir que no suelen trabajar para personas fuera de la comunidad, ni se casan con personas ajenas a su etnia. Rechazan la modernidad y se dedican a la lectura de la Biblia, para alejarse de las tentaciones del Diablo. No asisten a bailes, ni teatros ni cines, solamente pueden cantar en la iglesia. Por supuesto que tiene prohibido el uso del celular, el internet y la televisión. No se permite el uso de la energía eléctrica. Los niños estudian solamente de los siete a los catorce años de edad, después de lo cual los hombres se dedican a ayudar en las labores de sus padres, y las mujeres ayudan en la casa. Sus casas constan de una caballeriza, un taller doméstico y la casa habitación propiamente dicha, con tres cuartos; el destinado a las mujeres, el de los hombres y el de los padres. Puede haber también un cuarto destinado a las visitas.
Sin embargo, las necesidades de la vida moderna han obligado a algunos menonitas a emplear el celular, conducir vehículos y aún a cambiar su vestimenta cuando es necesario para sus negocios
Los menonitas se dedican a la agricultura y a la producción de leche, mantequilla, crema y queso, y de instrumentos de producción que venden a comercios no menonitas.
La lengua que hablan los menonitas se llama Plautdietsch o Bajo Alemán Menonita, integrado por varios dialectos que se hablan en Chile, Paraguay, Estados Unidos, México y otros países donde se encuentran asentados actualmente. El Bajo Alemán proviene de un grupo de menonitas que huyeron de la persecución que sufrían en los Países Bajos y en Bélgica en el siglo XVI, para refugiarse en Danzig.
Hoy en día el plautdietsch es hablado por cerca de cien mil personas, en algunos estados de México y de América Latina. Existen dos dialectos de esta lengua. Los iniciales emigrantes de Canadá hablan sobre todo el inglés.
Actualmente hay menonitas en más de sesenta países.


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