miércoles, 5 de diciembre de 2018

EL TESORO DE LA CATEDRAL




Cuenta una leyenda que, en la antigua ciudad de Morelia llamada Valladolid, en un declive de la loma de Santa María se encontraba la entrada a un túnel que cruzaba la ciudad y estaba cerrado por varias grandes piedras.
Nadie construía en esos terrenos, ya que pertenecían al ayuntamiento. Los vecinos de las zonas aledañas afirmaban que de ese túnel salían gritos de pavor.
Tiempo atrás. Un grupo de ladrones había decidido robar las riquezas que sabían que se encontraban en un cuarto especial de la Catedral de Morelia.
Las riquezas no eran pocas, pues en esa estancia se guardaba mucho dinero y joyas que el obispo conseguía por limosnas o donativos que las familias pudientes de estado le obsequiaban a la iglesia.
Los ladrones habían decidido introducirse a esa habitación entrando por el túnel de Santa María que sabían que llegaba hasta la Catedral. Se introdujeron y al llegar al sitio indicado empezaron a cavar el suelo de la recámara de los tesoros.
Tres veces los ladrones pudieron robar sin que nadie se diera cuenta de que faltaban cosas del tesoro. Sin embargo, un día el obispo tuvo necesidad de una pieza que formaba parte del tesoro y la mando pedir.
Al no encontrarla el criado encargado de llevarla, dio aviso, y una serie de monjes y sacerdotes se dio a la tarea de cotejar el inventario con los objetos existentes. Inmediatamente se dieron cuenta de que faltaban bastantes cosas que debían estar ahí.
Todo el mundo se enteró de los robos que calculaban habían tenido lugar por tres años. Las autoridades investigaron, pero nunca pudieron atrapar a nadie ni se explicaban como había podido introducirse el ladrón o los ladrones del tesoro.
Les llamaron los “robos misteriosos”
Pero a pesar de que los ladrones supieron que los religiosos ya se habían dado cuenta de los hurtos y se les seguían buscando, decidieron repetir sus hazañas y volver a entrar a la habitación del tesoro.
Por dos veces más se llevaron dinero y un cofre lleno de monedas de oro. Las personas de la ciudad estaban asustadas y hasta llegaron a pensar que los robos se debían al Diablo.
Una noche, uno de los religiosos entró a la habitación y se encontró con tres hombres que estaban metiendo oro en una bolsa. Cuando les vio el cura dio aviso y todos los religiosos de la catedral, más los criados que se les unieron se introdujeron en el túnel por el que habían escapado los ladrones para perseguirlos y atraparlos.
Todos corrían por los túneles cuando de repente un temblor ocasionó que se derrumbara y los religiosos quedaran atrapados. Al tratar de sacarlos, los soldados se dieron cuenta de que pasada la zona del derrumbe el túnel se dividía en dos partes. Una de ellas se dirigía hacia el oriente y llegaba al sótano de un mesón, y la otra llegaba hasta la entrada de la loma de Santa María.
En ninguna de la salida encontraron a los malhechores, quienes habían desaparecido misteriosamente.
Nunca se supo que fue de ellos; sin embargo, poco tiempo después por toda la ciudad de Valladolid y otras de Michoacán, empezaron a circular monedas de oro y plata.


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