jueves, 24 de enero de 2019

LA HUECORENCHA




Hace muchos años, en el lugar que hoy ocupa el Lago de Pátzcuaro, en al actual estado de Michoacán, vivían los primeros pobladores de la región. Eran campesinos laboriosos que cultivaban sus fértiles tierras y eran muy felices, pues contaban con hermosos bosques y arroyuelos de donde obtenían el agua para sus cultivos, para calmar su sed y para asearse como es debido. Los campesinos tenían sus dioses a los que veneraban y sus gobernantes a quienes respetaban por justos y magnánimos.
Todo marchaba a la perfección, hasta que un funesto día toda la región comenzó a ponerse muy caliente, los campos se quemaron, los arroyos se secaron, la atmósfera se hizo insoportable, y las personas morían de sed y de deshidratación. Por lo tanto, animales y hombres empezaron a huir hacia el norte para no morir a causa de ese enloquecedor calor.
Cuando los hombres estaban huyendo muertos de pánico, de repente escucharon un terrible ruido que provenía del cielo, todos voltearon hacia arriba y vieron una enorme bola de fuego que se acercaba a la Tierra. Mucho más atemorizados que antes todos gritaban de pánico ante este extraño fenómeno que nunca habían visto, les rezaban a sus dioses y corrían o se echaban sobre la tierra tratando de meterse en ella para salvarse.
Al poco rato el bólido se estrelló en la superficie de la Tierra. El ruido que se produjo fue ensordecedor, se vio una luz muy brillante, se sintieron horribles temblores, los montes se sacudieron de una manera espantosa y de sus entrañas brotaron torrentes de agua por varios días que quitaron ese calor insoportable. De esta agua emanada de los montes se fue formando el Lago de Pátzcuaro, tan bello y hermoso como lo conocemos ahora.
Cuando las personas se dieron cuenta de que había terminado el mortal calor y que un hermoso lago había surgido en la región, sus miedos se calmaron y poco a poco fueron regresando a sus lares. Al ver las tierras de sembradío inundadas por las aguas del lago, se asustaron y les preguntaron a los dioses que de qué iban a vivir de ahora en adelante, a lo que los dioses respondieron que no debían preocuparse pues el sustento nunca les faltaría y que vendría de las nuevas aguas. Y efectivamente, el lago estaba lleno de pescados blancos que permitieron a los hombres no morir de hambre. La zona se convirtió en un pueblo de pescadores
El sitio donde cayó la magnífica bola de fuego se llamó Huecorio, “lugar de la caída”, y la gran bola convertida con el paso del tiempo en roca, fue nombrada La Huecorencha; es decir, “lo que cayó”.


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