jueves, 10 de octubre de 2019

JOAQUÍN, EL YUCATECO




La leyenda que relataremos sucedió en el estado de Yucatán, justamente en la Ciudad de Mérida. Se dice que atrás del Palacio Municipal, edificio sito en el poniente de la Plaza Principal, construido en 1736, se aparece, por la noche, una muchacha muy bella y joven. Es alta, delgada y con el negro cabello que le llega a la cintura. Su color es blanco pálido. Siempre se la ve llevando una caja, donde guarda sus pertenecías y un rozagante ramo de hermosas flores que parecen como recién cortadas.
Una cierta noche, Joaquín, uno de los cocheros que maneja una calesa de alquiler, se encontraba parado junto a la acera, en espera de algún cliente que solicitara sus servicios, a pesar de ser ya bastante entrada la noche. Empezaba a aburrirse de la espera, cuando se dio cuenta que una joven se acercaba a la calesa con el propósito de abordarla. Inmediatamente Joaquín se despabiló e invitó a la dama a subirse. Una vez sentada en el asiento y colocada la caja que llevaba en el suelo, la mujer le indicó a Joaquín que la llevase a la Colonia Rosario. Aunque la tal colonia se encontraba un poco lejos, Joaquín no vaciló en lleva a la joven a la dirección que le pedía ir, pues el día había sido bastante flojo.
Al llegar a la dirección indicada, la pasajera descendió y le pagó a Joaquín con un billete de doscientos pesos. Como la dejada solo requería de ciento diez pesos, Joaquín le dijo a la mujer que no tenía cambio. Pero ella respondió que no se preocupara que guardara el billete, y que volviese al día siguiente a buscarla para realizar otro viaje.
Sí lo hizo el cochero, se alejó para volver a su sitio atrás del Palacio Municipal, aun cuando ya no pensaba quedarse por mucho tiempo. Al día siguiente Joaquín regresó a la Colonia Rosario, con el fin de recoger a la pasajera nocturna. Tocó a la puerta, esperó un momento al cabo del cual le abrió una mujer de mediana edad vestida de negro y con el rostro demacrado. Al ver a Joaquín le pregunto lo que deseaba. El hombre respondió que venía a recoger a una mujer a la cual había llevado la noche pasada. La mujer de negro se extrañó y le contestó que ahí no vivía ninguna chica. Joaquín, desconcertado, le describió a la dama la figura de la pasajera. Ante su asombró la mujer comenzó a llorar. Cuando estuvo más calmada, le explicó que se trataba de su hija, pero que ésta había fallecido hacía un año, a raíz de la muerte de su hermano a quien idolatraba y cuya desaparición no había podido soportar.
Muerto de miedo, Joaquín se retiró, al subir en la calesa, metió la mano en su bolsillo para sacar el billete de doscientos pesos. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que el famoso billete era una simple hoja de papel blanco!


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