martes, 13 de enero de 2015

EL CEMPASÚCHIL LA FLOR DE MUERTOS



El uso ritual y ceremonial de las flores en nuestras culturas mexicanas viene desde muy antiguo, desde aquellas lejanas épocas en que las civilizaciones mesoamericanas las usaban para tales fines en gran profusión; sobre todo los mexicas quienes apreciaban sobremanera su belleza y su valor.

Nuestra actual flor de muerto, el cempasúchil, cuyo origen etimológico es el vocablo náhuatl cempoalxóchitl, de cempohualli, “veinte” y Xochitl, “flor”, fue una flor mexica muy empleada en las festividades religiosas. Por su forma de pétalos radicales y su fuerte color amarillo, representaba, y aún representa en algunos grupos indígenas, al Sol, que da vida y calor.

El aroma de sus pétalos es un elemento psicopompe que posibilita y dirige la llegada de las ánimas del más allá. Es a través del caminito que se forma con los pétalos que las almas de los difuntos podrán llegar hasta la ofrenda de muertos, donde alimentarán su sutil cuerpo con la esencia de los alimentos.

Pero su significado va más lejos, para los mixes de Ayutla, Oaxaca, la flor de cempasúchil simboliza el alma de los difuntos; así como para los habitantes de Mixquic, Distrito Federal, el ofrendar esta flor a los muertos grandes tiene el significado de un recordatorio que les impide olvidar al dios Tonatiuh quien, según el mito, la dio a los mortales para venerar a los ancestros.

En cambio, los tlapanecas de Guerrero, creen firmemente que la flor de cempasúchil simboliza a los ángeles enviados por Dios para cuidar a los muertos, y a su aroma lo denominan “alma”.

El cempasúchil, es una planta herbácea de hojas divididas, de flores grandes color anaranjado, amarillento o rojizo. Su olor es agradable y penetrante.

Contiene aceite esencial, resina, materia colorante amarilla, grasa y tanino, entre otras sustancias más.

Florece en octubre y noviembre, razón por la cual actualmente la usamos como parte de los rituales de Día de Muertos. La conseja popular nos informa que es muy útil contra los cólicos ventosos y el miserere.

El zumo de sus hojas bebido, o las hojas maceradas en agua o vino, templan el estomago frío y provocan la orina y el sudor. 

De esta hermosa y ceremonial flor, el fraile Bernardino de Sahagún nos dice en su fascinante obra Historia general de las cosas de la Nueva España: “... son amarillas y de buen color, y anchas y hermosas, que ellas se nacen, y otras que las siembran en los huertos; son de dos maneras, unas que se llaman hembras cempoalxóchitl y son grandes y hermosas, y otras que hay las llaman machos cempoalxóchitl y no son tan hermosas ni tan grandes”  

A Sahagún debemos también la relación que nos legó de las fiestas en que esta flor se usaba particularmente. Así, en el séptimo mes llamado Tecuilhuitontli, se homenajeaba a la Diosa de la Sal Huixtocíhuatl, hermana mayor de los tlaloques, diosecillos del agua. Una mujer ataviada con los ornamentos de la diosa era sacrificada: La noche antes de la fiesta velaban las mujeres con la misma que había de morir, y cantaban y danzaban toda la noche; venida la mañana aderezábamos todos los sátrapas y hacían un areito muy solemne; y todos lo que estaban presentes al areito tenían en la mano aquellas flores que se llamaban cempoalxóchitl. 

La fiesta a la madre de los dioses, Teteo Innan o Toci, Nuestra Abuela, tenían lugar en el undécimo mes conocido como Ochpaniztli, para la cual: …Entrando este mes, bailaban ocho días, sin cantar, sin teponaztli; los cuales pasados salía la mujer que era la imagen de la diosa... compuesta con los ornamentos con que pintaban a la misma diosa; y salían gran número de mujeres con ella, especialmente las médicas y parteras, y partíanse en dos bandos y peleaban apedreándose con pellas de pachuli y con hojas de tunas, y con pellas hechas de hojas de espadaña y con flores que llamaban cempoalxóchitl, este regocijo duraba cuatro días. 

En el octavo mes, Huey Tecuilhuitl, llevábase a cabo la fiesta a Xilonen, Diosa del Maíz Tierno, a cuyas honras mataban a una mujer que encaminaba sus paso finales acompañada de varias mujeres que bailaban y… Llevaban todas guirnaldas amarillas, que se llaman cempoalxóchitl y sartales de los mismo las que iban delante guiando, las cuales se llamaban cihuatlamacazqui, que eran las que servían en los cúes que también vivían en sus monasterios. 

Hecho este sacrificio a honras de la diosa Xilonen, tenían todos licencia de comer xilotes y pan hecho de ellos, y de comer cañas de maíz. Antes de este sacrificio nadie osaba comer estas cosas; también de allí adelante comían bledos verdes cocidos, y podían oler también las flores que se llaman cempoalxóchitl, y las otras que se llaman yiexóchitl.

En el noveno mes llamado Tlaxochimaco, que como hemos visto era el mes de las flores, el buen fraile nos dice que “…Dos días antes que llegase esta fiesta toda la gente se derramaba por los campos y maizales a buscar flores, así silvestres como campesinas, las cuales unas se llamaban... cempoalxóchitl” 

Esta flor de la cual podemos aún disfrutar, está ligada a nuestros altares de muertos por más de cuatrocientos años, pues se la empezó a emplear con esta función, exclusivamente, una vez iniciada la Colonia, ya que como queda dicho anteriormente los antiguos mexicanos la usaban para todo tipo de fiesta y no nada más para los dedicadas a los muertos.

Sin embargo, a pesar de que no podemos pensar en el Día de Muertos sin que nos llegue a la mente esta olorosa flor, no es la única que acompaña a las ofrendas mortuorias.

Junto a ella, aparecen muchas especies más, tantas como flores crezcan en las diferentes regiones de nuestro país. 

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