martes, 19 de abril de 2016

MARÍA Y EL PITACOCHE



Cuenta una leyenda de San Luis Potosí que hace tiempo una señora vivía con su hija en el Municipio de Catorce.

Eran nada más ellas dos. La hija contaba con dieciocho años de edad y era muy bonita y alegre, le gustaban mucho las fiestas.

En una ocasión unas amigas de ella organizaron una fiesta, que prometía estar muy divertida.

La joven, que se llamaba María, acudió con su madre muy entusiasmada para pedirle permiso de ir a la reunión. La madre, doña Eustaquia, le negó el permiso alegando que era muy peligroso que fuera sola. Sin embargo, María montó en cólera, lloró, alegó, y no paraba de afirmar que acudiría al baile a como diera lugar.

La madre no cedía, y le decía que si iba a la fiesta, el Diablo se la iba a llevar. Aparentemente, la joven se resignó. Al dar las diez de la noche, cuando Eustaquia se encontraba en su recámara y ya casi dormida, María se arregló, se puso su vestido más bonito, y salió por la ventana de su cuarto dispuesta a pasar una noche divertida.
María y el Pitacoche
Cuando la muchacha se encontraba cerca de la iglesia del pueblo, de repente pasó volando un pitacoche, la tomó con su pico por los cabellos, la levantó y se la llevó volando por los aires.

Lo más curioso es que el pitacoche es un ave muy pequeña, incapaz de poder soportar el peso de una persona, por liviana que sea.

Pues el ave se la llevó y la dejó cerca del jale de una mina.

María se llevó el susto de su vida, pues cuando el ave la depositó en tierra, pudo ver que el pajarito se convertía en un espantoso Diablo, que lanzaba tremendas carcajadas y mostraba descomunales colmillos.

En un momento dado, el monstruo posó su mano sobre uno de los hombros de María y le dejó una terrible quemadura con la forma de la mano del Diablo, que hasta las uñas podían verse. María se desmayó.

Cuando volvió en sí, se encontraba a la puerta de su casa. Entró sigilosamente, y se metió en su cama. Doña Eustaquia no se había dado cuenta de nada. Al día siguiente, al verle la cicatriz a su hija, la madre lo comprendió todo. María, arrepentida, le juró a su madre que nunca más trataría de engañarla, ni se escaparía para irse de farra, toda vez que su madre tenía razón respecto al horripilante Diablo.



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