miércoles, 11 de octubre de 2017

EL HOMBRE DE NEGRO



Margarito y Néstor López vivían en la Calle de Hebe en la Ciudad de Aguascalientes, en hermosas casas de cantera. Eran sumamente ricos, caritativos y devotos. Después de efectuarse la Sagrada Eucaristía en la misa de todos los días en el Templo de Guadalupe, invitaban a sus amigos a desayunar en sus casas. Era una costumbre que a todos gustaba.
En el año de 1860, los hermanos salieron de sus casas y en el camino se juntaron con Lucas Infante y su familia, más otras personas que pasaban por ahí, para dirigirse al Templo como acostumbraban. La esposa de Néstor iba muy afligida, pues los médicos le habían dicho que su hija Lupita se encontraba muy enferma y que solamente un milagro podría salvarla. La mujer ansiaba llegar pronto al Templo para pedirle a Dios que la salvara. Todos iban contentos menos la pobre mujer.

En un momento dado, cerca de la huerta de la familia Leos, se apareció un hombre muy alto, vestido de negro y tocado con un chambergo de ala muy ancha. Al acercarse tal hombre al grupo, todos los integrantes se pusieron a temblar y sudar de miedo. Poco después, el hombre había desaparecido. Al llegar al Templo todos estaban verdaderamente asustados y nadie hablaba de lo acontecido. Una vez terminada la misa, nadie acudió al tradicional desayuno en casa de Margarito, excusándose por ello.

Al día siguiente, al acudir las personas a misa, volvió a suceder lo mismo. Apareció el extraño hombre y volvió a desaparecer. Este raro suceso se produjo durante un mes. Las familias del grupo dejaron de ir a misa a esa hora, pero Margarito y Néstor, con sus respectivas esposas siguieron acudiendo a la primera misa. Cada mañana veían al hombre de negro, pero nadie comentaba nada.

Las personas que ya conocían el hecho pensaban que era un alma en pena y le nombraban El Aparecido de la Verada, pero todas le tenían mucho miedo a este hombre vestido de negro con un inmenso chambergo, y ojos redondos y negros como el azabache.
Un día del mes de noviembre, el hombre de negro se apareció como ya era costumbre, pero con una horrible voz de ultratumba le dijo a don Néstor: -¡Tú tienes una hija muy enferma, llévame con ella para que la cure! Al oír la terrible voz, todos salieron corriendo hasta la iglesia, y le contaron al sacerdote lo sucedido, con el fin de que los aconsejara lo que debían hacer. El padre, les dijo a los hermanos López que accedieran a la petición del hombre de negro.

Cuando al siguiente día volvió a presentarse el hombre del chambergo, repitió que quería curar a la niña de Néstor y desapareció. Al dirigirse Néstor a su casa, su esposa le dijo que el hombre misterioso estaba con Lupita. Rezaba, hacía ademanes extraños y, para terminar le puso la mano en la cara y desapareció. Al momento la pequeña sanó completamente. Los López nunca más tomaron el mismo camino hacia la iglesia, cambiaron su ruta.

La niña volvió a jugar, sana y salva, con sus amiguitas en el Jardín de San Marcos. ¡Pero en su carita habían quedado marcados para siempre la huella de los dedos del hombre de negro!


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