Leonarda
Emilia Martínez, alias La Carambada, nació en el pueblo de La Punta, en el
estado de Querétaro, poblado famoso por haber sido un nido de ladrones desde
antaño. Huérfana desde muy pequeña quedó a cargo de sus hermanas quienes se
encargaron de cuidarla. Se dice de ella que era mujer de baja estatura, morena,
de cara ancha que ostentaba una cicatriz en la mejilla izquierda.
Ingeniosa y dicharachera, jovial y simpática, acostumbraba vestir enaguas de
colores muy brillantes, botines de tacón alto, rebozo y una profusión de
alhajas baratas y llamativas.
Durante la intervención
francesa La Carambada se enamoró de un militar imperialista, que pronto fue
hecho prisionero por los juaristas quienes luchaban por la libertad de México y
contra el imperio de Maximiliano. Al enterarse Leonarda de que su amado estaba
preso, acudió presta ante Benito Zenea, gobernador en esa época del estado de
Querétaro, e incluso ante Benito Juárez con el fin de obtener la liberación de
su amado. Al serle negada su petición, la mujer juró venganza y se convirtió en
bandolera.
Leonarda
se escondía en las grutas que se encuentran en la cabecera municipal de El
Marqués, y de ahí se desplazaba para robar a donde fuera necesario. Parte del
botín que obtenía lo repartía entre los pobres de la región.
Para llevar a cabo los
robos, se vestía de hombre y ya que había robado, se abría la camisa y mostraba
sus senos al asaltado o asaltados, para que se dieran cuenta de que habían sido
robados nada menos que por una mujer.
Leonarda era muy hábil con
el machete, la pistola y cabalgando cuacos. Se hizo amiga de una hierbera que
le proporcionaba una hierba llamada veintiunilla, la cual tenía la facultad de
matar a quien la hubiese ingerido veintiún días después de haberla bebido en
forma de té. Así se dice que mató a Benito Zenea y a Benito Juárez, pues
curiosamente había tenido contacto con dichos personajes veintiún días antes de
la muerte de ambos, en la Hacienda de Balvanera, donde se encontraban en ese
momento los dos personajes mencionados. Era el 18 de junio de 1872. Se
dice que aprovechando la ocasión, la mujer vertió en la bebida unas gotas de
ese fuerte veneno preparado con las hojas de la veintiunilla. Veintiún días
después, Benito Juárez moría de una angina de pecho. Estos asesinatos
habían sido su venganza por no haber indultado a su amante imperialista. Sin
embargo, se trata de un dato no confirmado.
Una cierta noche, Vicente
Otero, un militar juarista, salió en busca de la ladrona y asesina, pues quería
acabar con sus pillajes y darle su merecido por los supuestos asesinatos. La
encontró en la Hacienda de la Capilla y después de una sangrienta escaramuza,
la mujer fue herida de cinco balazos. Fue llevada al hospital creyéndola
muerta, pero no era así. La ladrona pidió inmediatamente un sacerdote para
confesarse y murió dos días después.
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