jueves, 4 de octubre de 2018

LA DAMA



Ellas le explicaron que desde hace 10 años la casa que era propiedad de don Hermenegildo Alcérreca y de su hija Rosaura, estaba abandonada. Ellos sólo la habitaron unos meses y luego desaparecieron. Sin embargo, los vecinos afirmaban que de esa casa salían largos gritos, desgarradores como de un alma en pena.
Longinos preocupado mandó traer un cerrajero y un sacerdote; al entrar a la casa descubrieron que estaba en ruinas. Abrieron un cuarto que daba a la calle y que correspondía al balcón donde se había visto con aquella joven y descubrieron que estaba totalmente tapizado y no entraba ningún rayo de luz.  
Alumbrados con lámparas y velas descubrieron horrorizados dos esqueletos; el de un bebé y el de una mujer que sostenía en sus blancuzcos huesos de la mano la mitad de un abanico de concha nácar. El sacerdote elevó oraciones y esparció agua bendita por el eterno descanso de esas inocentes almas, mientras tanto Longinos lloró desconsoladamente al recordar que Rosaura Alcérreca fue una de las tantas mujeres que engañó y abandonó a su suerte.
Salió de la casa angustiado y en medio de la oscuridad fue sorprendido por el esposo de la última mujer que había engañado. Este, airoso, le hizo el reclamo y sin darle tiempo de defenderse se le abalanzó encima provocándole la muerte. En ese instante, el silencio de la noche fue roto por una siniestra carcajada que anunciaba el final del infame burlador. 

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