miércoles, 30 de septiembre de 2015

LA DESGRACIA DE LA BELLA LUCINDA



Había una vez un hombre viudo llamado Desiderio de Nájera que se destacaba por su carácter colérico y por su crueldad sin límites. Austero en el vestir siempre iba de negro.

De su propiedad era la Hacienda de San Agustín de las Cuevas, Tlalpan, a donde se dirigía todos los días a trabajar en un forlón tirado por mulas. A sus peones los trataba sin ninguna consideración, como si fueran esclavos, y los castigaba con cepo y azotes a la menor falta.
Todas las personas le tenían miedo a Desiderio. Como a pesar de ser tan malvado siempre le iba bien, se decía que tenía pacto con el Diablo.

Para ir a la hacienda pasaba por San Antonio Abad, frente a la casa de Pedro Azuara, que vivía con Inés, su esposa y con Lucinda, su hija, poseedora de una gran belleza. Un cierto día, Desiderio vio a la hermosa joven bordando a la puerta de su casa.

La deseo, y envió a sus esbirros a raptarla. Después de poseerla salvajemente, sus achichicles la aventaron muerta a la puerta de su casa. La muchacha tenía una enorme herida en el pecho.

Muchos dijeron que Desiderio la había matado, otros que la chica quiso suicidarse al verse violada y lejos de sus padres. El hacendado nunca fue acusado ni apresado.

Un buen día amaneció muerto en su cama, con la cara completamente negra.

Pedro e Inés, los acongojados padres de la chica, una noche oyeron la carreta de Desiderio pasar veloz ante su casa.

El forlón siguió su camino hasta llegar a una troje, en donde el fantasma de Desiderio se metió. Por fuera se veían terribles llamas. Uno de los mayordomos, asustado, se acercó a la troje a ver qué pasaba y vio a Desiderio rodeado de mujeres desnudas que habían sido amantes del malvado.

Todas las noches iban los curiosos a ver las orgias de Desiderio en la troje, pero los que las veían morían o quedaban completamente locos. Ante estos hechos, un sacerdote acudió a la troje a echarle agua bendita.

Al día siguiente, la troje estaba destruida, y entre los escombros se encontraban los cuerpos de Pedro Azuara y de su esposa Inés.

Desde entonces por el camino que conduce de la Hacienda de San Agustín de las Cuevas a San Antonio Abad, se escucha el estruendoso carruaje que conduce Desiderio el malvado, quien anda a la caza de mujeres bellas y jóvenes para raptarlas y violarlas sin misericordia.

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