domingo, 13 de septiembre de 2015

LA CRUZ DEL CERRITO



Francisco José, un muchachito nahua de Tepalcingo, Morelos, tenía alma de poeta. Gustaba de ir por las noches al cerro a inspirarse viendo las estrellas.

A su padre, un rudo campesino agobiado por la pobreza y el trabajo, no le gustaba la afición poética de su hijo, razón por la cual Francisco José se escapaba de su jacal para ir al cerro.

Las escapadas del muchachito eran audaces, pues desde muy antiguo los abuelos contaban que en ese cerro después de la medianoche, se veía volar por los cielos algo negro que parecía un enorme vampiro, pero nunca lo habían visto bien a bien.

Cierta noche en que Francisco José estaba en el cerro vio al extraño pájaro negro volar sobre su cabeza.

Temeroso, trato de esconderse, pero la aparición fue más rápida que él y descendió hasta tirarle al suelo y clavarle sus garras y colmillos.

El muchachito quedó destrozado.

Al siguiente día, el padre, al darse cuenta que su hijo no estaba en la casa, acudió a buscarlo al cerro, donde maliciaba que se encontraba Francisco José, pensó que sus ensueños le habían adormecido.

Al llegar al lugar donde se encontraba el chico, el padre solo encontró un cadáver destrozado y casi sin forma. Francisco José fue enterrado en el cementerio del pueblo.
Pero los vecinos quedaron escamados y aterrorizados con el pájaro-murciélago que se seguía viendo en el firmamento, y decidieron llamar al cura de la Parroquia del Santuario de Tepalcingo.

El sacerdote acudió al cerro a orar y a efectuar una misa.

Todos los habitantes cooperaron para que se hiciese una cruz que se colocó en lo alto del cerrito.

Desde entonces ya nunca se volvió a ver a la aparición, ¡pues se trataba del Chamuco y huyó con la misa y la cruz!

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