La leyenda que relataremos sucedió en el estado de
Yucatán, justamente en la Ciudad de Mérida. Se dice que atrás del Palacio
Municipal, edificio sito en el poniente de la Plaza Principal, construido en
1736, se aparece, por la noche, una muchacha muy bella y joven. Es alta,
delgada y con el negro cabello que le llega a la cintura. Su color es blanco
pálido. Siempre se la ve llevando una caja, donde guarda sus pertenecías y un
rozagante ramo de hermosas flores que parecen como recién cortadas.
Una cierta noche, Joaquín, uno de los cocheros que
maneja una calesa de alquiler, se encontraba parado junto a la acera, en espera
de algún cliente que solicitara sus servicios, a pesar de ser ya bastante
entrada la noche. Empezaba a aburrirse de la espera, cuando se dio cuenta que
una joven se acercaba a la calesa con el propósito de abordarla. Inmediatamente
Joaquín se despabiló e invitó a la dama a subirse. Una vez sentada en el
asiento y colocada la caja que llevaba en el suelo, la mujer le indicó a
Joaquín que la llevase a la Colonia Rosario. Aunque la tal colonia se
encontraba un poco lejos, Joaquín no vaciló en lleva a la joven a la dirección
que le pedía ir, pues el día había sido bastante flojo.
Al llegar a la dirección indicada, la pasajera
descendió y le pagó a Joaquín con un billete de doscientos pesos. Como la
dejada solo requería de ciento diez pesos, Joaquín le dijo a la mujer que no
tenía cambio. Pero ella respondió que no se preocupara que guardara el billete,
y que volviese al día siguiente a buscarla para realizar otro viaje.
Sí lo hizo el cochero, se alejó para volver a su
sitio atrás del Palacio Municipal, aun cuando ya no pensaba quedarse por mucho
tiempo. Al día siguiente Joaquín regresó a la Colonia Rosario, con el fin de
recoger a la pasajera nocturna. Tocó a la puerta, esperó un momento al cabo del
cual le abrió una mujer de mediana edad vestida de negro y con el rostro
demacrado. Al ver a Joaquín le pregunto lo que deseaba. El hombre respondió que
venía a recoger a una mujer a la cual había llevado la noche pasada. La mujer
de negro se extrañó y le contestó que ahí no vivía ninguna chica. Joaquín,
desconcertado, le describió a la dama la figura de la pasajera. Ante su asombró
la mujer comenzó a llorar. Cuando estuvo más calmada, le explicó que se trataba
de su hija, pero que ésta había fallecido hacía un año, a raíz de la muerte de
su hermano a quien idolatraba y cuya desaparición no había podido soportar.
Muerto de miedo, Joaquín se retiró, al subir en la
calesa, metió la mano en su bolsillo para sacar el billete de doscientos pesos.
¡Cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que el famoso billete era una
simple hoja de papel blanco!
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