Las belugas
son mamíferos marinos del grupo de los odontocetos, cetáceos dotados de
dientes.
Se
caracterizan por el color blanco de su piel, que les permite camuflarse entre
los bloques de hielo.
Nacen grises y adquieren el color
blanco definitivo entre los cinco y los doce años, aunque en algunos casos
perdura la coloración gris en el borde de sus aletas.
La aleta dorsal ha desaparecido y, en
su lugar, sólo queda una pequeña giba o cresta, que no les molesta al nadar
bajo el hielo; con ella golpean las banquisas de hielo para abrir huecos por
donde asomar el espiráculo y respirar.
Gracias
a su gruesa capa de grasa, soportan las bajas temperaturas de las aguas árticas
y subárticas. Como no necesitan aguas muy profundas, es frecuente ver sus
crestas blancas cerca de la superficie.
Su
peso llega a 1.500 kilogramos en estado adulto y su longitud alcanza entre 3 y
5 metros.
La
cabeza de la beluga es realmente pequeña en relación con su cuerpo.
La disposición de vértebras cervicales
no fusionadas les aporta una gran movilidad de cuello. Su musculatura facial
les permite gesticular expresivamente.
Si
hay algo por lo que destaquen estos mamíferos marinos es por el amplio
repertorio de vocalizaciones que emiten. De ahí que sean conocidos también como
“canarios de mar”.
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