El jesuita don Francisco
Javier Clavijero da constancia en su libro Historia antigua de México que
por el año de 1780, en el ahora estado de Michoacán, las personas vivían
aterrorizadas a causa de un horrible monstruo al que llamaban
Itzcuintlipotzotli.
Este horror sobrenatural
tenía la cola muy corta, la piel sin pelo, una nariz grande, el cuello
restringido, la cabeza pequeña en relación al cuerpo, el hocico arrugado, las
orejas pequeñas y fláccidas, las patas delanteras más cortas que las traseras y
una enorme joroba a lo largo de todo el lomo que le hacía horripilante. Este
espantoso animal causaba mucho miedo y había que tomar precauciones para no
encontrárselo, pues ocasionaba la muerte.
En palabras de Clavijero: El
itzcuintepotzotli perro concorvado era de la grandeza de un perrillo de Malta,
cuya piel era variada de leonado, blanco y negro, su cabeza pequeña a
proporción del cuerpo y que parecía unida a él por la suma pequeñez y grosura
de su cuello.
Sus ojos apacibles, sus
orejas caías y su nariz con una considerable prominencia en el medio. Desde su
cuello se levantaba una corcova, que se extendía hasta las ancas. Su cola era
tan pequeña que apenas alcanzaba a la mitad de las piernas. Su país propio de
esta animal era el reino de Michoacán, en donde le llamaban abora.
Cuenta una leyenda de
Michoacán que un cierto día, el niño Tariácuri, de tan sólo diez años, decidió
acercarse al lago de Pátzcuaro pasadas las doce de la noche. Sus padres dormían
en su casita de madera.
Pero Tariácuri no podía
dormir porque le molestaba el calor, era el mes de mayo. Desobedeciendo a sus
padres, que le tenían prohibido salir tan de noche, a causa del cuadrúpedo
conocido como itzcuintlipotzotli, salió y caminó por la vereda del río.
En esas estaba, cuando de
pronto el perro jorobado salió de entre unas matas y se abalanzó sobre el
pequeño, que sufrió las terribles mordeduras del can cuando encajó sus
colmillos en el cuello del niño desobediente, hasta causarle la muerte por
desangramiento.
Después, el feo animal lo
devoró hasta no dejar sino sus prendas de vestir: una camisa y un calzón de
manta y su esqueleto.
Al otro día, sus padres
encontraron estos macabros restos.
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