jueves, 10 de marzo de 2016

ITZCUINTLIPOTZOTLI



El jesuita don Francisco Javier Clavijero da constancia en su libro Historia antigua de México que por el año de 1780, en el ahora estado de Michoacán, las personas vivían aterrorizadas a causa de un horrible monstruo al que llamaban Itzcuintlipotzotli.

Este horror sobrenatural tenía la cola muy corta, la piel sin pelo, una nariz grande, el cuello restringido, la cabeza pequeña en relación al cuerpo, el hocico arrugado, las orejas pequeñas y fláccidas, las patas delanteras más cortas que las traseras y una enorme joroba a lo largo de todo el lomo que le hacía horripilante. Este espantoso animal causaba mucho miedo y había que tomar precauciones para no encontrárselo, pues ocasionaba la muerte.

En palabras de Clavijero: El itzcuintepotzotli perro concorvado era de la grandeza de un perrillo de Malta, cuya piel era variada de leonado, blanco y negro, su cabeza pequeña a proporción del cuerpo y que parecía unida a él por la suma pequeñez y grosura de su cuello.

Sus ojos apacibles, sus orejas caías y su nariz con una considerable prominencia en el medio. Desde su cuello se levantaba una corcova, que se extendía hasta las ancas. Su cola era tan pequeña que apenas alcanzaba a la mitad de las piernas. Su país propio de esta animal era el reino de Michoacán, en donde le llamaban abora.

Cuenta una leyenda de Michoacán que un cierto día, el niño Tariácuri, de tan sólo diez años, decidió acercarse al lago de Pátzcuaro pasadas las doce de la noche. Sus padres dormían en su casita de madera.

Pero Tariácuri no podía dormir porque le molestaba el calor, era el mes de mayo. Desobedeciendo a sus padres, que le tenían prohibido salir tan de noche, a causa del cuadrúpedo conocido como itzcuintlipotzotli, salió y caminó por la vereda del río.

En esas estaba, cuando de pronto el perro jorobado salió de entre unas matas y se abalanzó sobre el pequeño, que sufrió las terribles mordeduras del can cuando encajó sus colmillos en el cuello del niño desobediente, hasta causarle la muerte por desangramiento.

Después, el feo animal lo devoró hasta no dejar sino sus prendas de vestir: una camisa y un calzón de manta y su esqueleto.

Al otro día, sus padres encontraron estos macabros restos.

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