sábado, 19 de marzo de 2016

MARICARMEN Y LA MORONGA



En la época del virreinato de la Nueva España, vivía en el poblado de Coyoacán una pareja de jóvenes que llevaban poco tiempo de haberse casado.

La mujer era sumamente bella, rubia, delgada y de ojos zarcos. El hombre no le iba a la zaga, pues también era bello como un dios griego.

Ni que decir tiene que formaban una pareja sin igual.

En cierta ocasión, un amigo del esposo le preguntó al joven Daniel cómo se encontraba su esposa, a lo que el aludido respondió que se encontraba muy bien, y no solamente gozaba de excelente salud, sino que también Maricarmen cocinaba excelentemente, pero que sin embargo no estaba conforme con el hecho de que desde que se habían casado siempre le preparaba moronga para desayunar.

Se despidieron los amigos afectuosamente, pero el amigo que era también su compadre, se quedó muy preocupado por la respuesta de Daniel.

Al siguiente día le fue a buscar y le dijo: – ¡No quiero preocuparte, Daniel, pero yo siempre he sabido que la moronga es mala, que hace daño comerla, máxime que tú la estás comiendo a diario. Pregúntale a tu mujer.

Daniel, en cuanto llegó a su casa le preguntó a Maricarmen por qué le daba siempre a comer moronga en el desayuno.

Muy tranquila la joven le respondió que como su padre era dueño de un rastro, las sobras de la carne que quedaba se la repartían entre los hermanos: a unos les tocaban las patas, a otros las vísceras, y a ella la sangre de los animales que descuartizaban. La respuesta conformó a Daniel.

Al otro día, el compadre volvió a buscar a Daniel y, muy asustado le dijo que se había enterado de que Maricarmen era bruja, y por eso nadie había querido casarse con ella.

Entonces, le aconsejó a Daniel que la espiara, para saber de dónde sacaba la sangre para hacer la famosa moronga.

Daniel se forzó a no dormir esa noche. Muy tempranito por la mañana, vio que su mujer se levantaba de la cama e iba a la cocina.

Al llegar al fogón, la mujer empezó a quitarse la piel y se convirtió en una bola de fuego. Daniel contuvo un grito de horror, y corrió a ver a su compadre para contarle lo que había visto hacer a Maricarmen.

Después le llevó hasta la cocina de su casa para que viera la piel de su esposa-bruja. Entonces dijo: -¡Daniel, es necesario que quememos esa piel, así la mujer no podrá regresar e impediremos que siga matando niños para obtener su sangre.

Cuando la bruja regresó y no encontró su piel, se puso histérica y asustada, pues ya empezaba a amanecer y no encontraba su piel sin la cual no podría vivir.

Efectivamente, cuando los rayos del Sol entraron en la cocina, Maricarmen al pueblo de Coyoacán de una espantosa bruja asesina.

No hay comentarios: