Luisito
tenía doce años y vivía con sus padres en la Ciudad de México. Por las noches
escuchaba que en el alfeizar de su ventana un gato gris maullaba. Un día el
niño abrió la ventana, vio lo bonito que era el animal y decidió meterlo a la
casa. Lo tuvo escondido por varios días en su cuarto sin que sus padres se
enterasen.
Al tomar confianza, el gato
gris dio inicio a una serie de maldades dirigidas contra el padre de Luis.
Rasguñaba las puertas, rompía sus pantuflas, y decidió romperle con sus garras
todas sus ropas que colgaban del ropero. Por fin el padre se dio cuenta que las
maldades provenían del gato que había metido el chico a la casa. Se puso
furioso y agarró un fuerte palo con la intención de matarlo al felino, al
tiempo que el niño le suplicaba que no lo hiciera.
Cuando estaba a punto de
asestarle el golpe fatal, el gato, con los ojos brillantes como ascuas le dijo:
– ¡Hey, Basilio, quieres matarme por segunda vez? Al escuchar estas palabras el
hombre empezó a temblar y a llenarse de miedo, pues reconoció la voz de un
hombre al que había matado en una pelea de cantina. El gato se hizo visible y
se convirtió en el espectro del ex amigo asesinado. Le indicó al asustado padre
que no era su intención matarlo, sino simplemente hacerle la vida imposible y
vigilar sus movimientos. Lo torturaría con sus maldades hasta hacerle la vida
imposible… hasta volverlo loco.
Y
así lo hizo el gato. Siguió viviendo en la casa y cada día hacía una de los
suyas. Se subía a los roperos y cuando Basilio pasaba se le echaba encima. Una
vez le sacó un ojo. Se orinaba sobre el padre de Luis cuando estaba durmiendo.
Mordisqueaba los planos que el hombre realizaba para su trabajo, pues era
ingeniero. No podía recibir visitas porque a todas las arañaba. El gato estaba
incontrolable y ni el mismo Luis tenía ascendiente sobre él.
Así pasaron muchos meses y
el gato, a veces con apariencia de espectro y a veces con apariencia de gato,
no dejaba de molestar a Basilio que ya estaba harto y sumamente nervioso. En
cierta ocasión mientras el gato dormía, Basilio se le acercó sigilosamente
llevando con una correa a un gran perro para que lo devorase. Pero el gato se
dio cuenta y tomando su aspecto de fantasma, se echó sobre el perro y lo
destripó. Nada podía matarlo.
Al cabo de dos años de esta
situación. El hombre se suicidó colgándose de una viga de la casa. Al verlo
balancearse, el gato gris alzó su hermosa cabeza para verlo y le dijo: – ¡Ahora
estamos a mano, Basilio! Y desapareció para siempre.
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