Existe en Cerro Prieto, San
Luis Potosí, una leyenda acerca de los llamados alicantes. Cerro Prieto es una
localidad que se encuentra en el Municipio de Mexquitic de Carmona de no muchos
habitantes, tan sólo un poco más de quinientos. Los alicantes, que también
pueden conocerse como cencuates, son unas víboras que han dado lugar a muchas
leyendas tanto en México como en España. Se dice que algunos alicates son muy
grandes, y pueden producir una espacie de silbido muy parecido a los silbidos
del hombre. Además, les encanta beberse la leche de las vacas a las cuales
hipnotizan con sus silbidos para luego chuparles las ubres.
Por otra parte, los famosos
alicantes son muy enamorados. Hecho que ha dado lugar a una leyenda que narra
la historia de un matrimonio que vivía en un pequeño rancho situado en Obregón.
El marido trabajaba en el campo por lo que acostumbraba dejar su casa desde muy
temprano para acudir a su parcela, y siempre le decía a su esposa que no se
olvidase de llevarle el almuerzo a la milpa.
Sin embargo, en cierta
ocasión cuando el marido le recordó lo del almuerzo, la mujer se negó y no
quiso llevarle la comida. El hombre, enojado por la negativa, le pegó a la
pobre señora. Ya que la hubo castigado, le preguntó la razón por la cual no
quería llevarle los alimentos a la milpa, Entonces, la mujer llorando de dolor
y de rabia, le contestó que le daba miedo porque cuando pasaba por la nopalera
escuchaba unos silbidos y pensaba que un mal hombre estaba escondido por los
arbolitos y la espiaba para aprovecharse de ella.
El señor se escamó, y en
seguida pensó que se trataba de un fulano que estaba tratando de conquistar a su
esposa. Le dijo a ésta que le llevara el almuerzo y que él estaría vigilando. Y
efectivamente, el hombre se escondió y se puso a vigilar el lugar de la
nopalera a ver qué era lo que sucedía.
Al poco rato escuchó unos
silbidos de hombre, se puso alerta y enojado ante tal atrevimiento, pues creyó
que se trataba de algún merodeador que intentaba tener relaciones con su
esposa, si es que no las tenían ya, pues era un tipo malicioso y mal pensado.
Salió de su escondite y se dirigió a la nopalera para ver de quién se trataba y
matarlo, y de paso a su esposa si es que era su amante. Pero, ¡oh, sorpresa! Lo
que encontró fue el cadáver de su mujer a la que un alicante había ahorcado sin
clemencia. En ese momento vio meterse a la víbora por la boca de su señora y luego
salir por abajo, por su vagina.
El campesino quedó traumado
y siempre se reprochó el haber dudado de su querida esposa y hasta de haberle
pegado. ¡Los dos fueron víctimas del terrible alicante!
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