En el pueblo de Cuanajo, en
el estado de Michoacán, vivía un matrimonio que contaba con una hija pequeña
llamada Otilia. De repente la niña murió y los padres estaban desconsolados
ante tan terrible tragedia. A los cuatro meses de haber muerto Catalina, Llegó
el Día de Muertos. Doña anastasia, la madre de la difuntita, le dijo a su
marido, Pedro, que era necesario que preparara los tamales para los que
se iban a llevar los Caballitos de las ofrendas de las casas en que
vivían, -en este caso la pequeña difuntita-
y que necesitaba leña para los fogones.
Un día antes del día de la
celebración de los difuntos, Pedro se fue al cerro en busca de la madera que
necesitaría su esposa para preparar los ricos tamales que Catalina colocaría en
la ofrenda dedicada a su hijita. Pensaba llevar la leña a su mujer que regresar
al cerro para quedarse varios días ahí, pues no le apetecía ver a tantas
personas en su casa en ese día tan triste.
Pero cuando se encontraba en
las proximidades del panteón, ya cerca del cerro, una gran rama le cayó encima
y le dejó atrapado no permitiéndole hacer ningún movimiento para zafarse.
Cansado de sus numerosos esfuerzos por salir del atolladero, se resignó a
esperar que pasara alguien que le ayudase a salir del problema quitándola la
rama de encima.
Pasaron el día y la tarde,
ya empezaba a anochecer, cuando escuchó que un grupo de personas se acercaba
hacia donde se encontraba. Escuchaba los sonidos que producían los cascos de
los caballos y las voces de las personas que parecían muy felices. Se dio
cuenta que la gente estaba de regreso s sus casas con los caballitos de madera
plenos de flores y de frutas.
Muchas de las personas que
vio llevaban hasta seis caballos, otras solamente uno dos, y algunas se
conformaban con recoger la fruta que se las caía a los que iban a la delantera
y lloraban tristemente. Los caballitos contienen las ofrendas que las ánimas
recogen del altar el Día de Muertos. Si llevan muchos caballitos es porque sus
familiares se encargaron de poner un altar llena de rica comida, flores y
cirios, e implica que sus familiares los recuerdan con amor. Si llevan pocas,
indica que la ofrenda no era tan rica. Y aquellos que van recogiendo lo que a
las ánimas se les caen, están triste porque su familia no les puso ofrenda ni
les recuerdan como debe ser, con amor.
Con tristeza y remordimiento,
desde el suelo donde se encontraba atrapado Pedro vio a su hijita recogiendo
frutas y llorando silenciosamente porque su madre no le había preparado ofrenda
y creyendo que sus padres la habían olvidado.
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