Una leyenda del Estado de
México nos cuenta que hace ya bastante tiempo en un pueblo cercano a la Ciudad
de Toluca, vivía un matrimonio en una casita blanca rodeada de un pequeño pero
hermoso jardín. Ella se llamaba Soledad y él Jacinto Ramírez. Ambos contaban
con treinta y cinco años y se habían casado hacía cinco muy enamorados. Pero ya
para entonces el matrimonio no se llevaba muy bien, frecuentemente se peleaban
y gritaban con odio. Todo el pueblo sabía de sus problemas maritales, pues
escuchaban sus pleitos.
Cuando Soledad cayó enferma,
los pleitos y los gritos aumentaron. La situación se puso imposible. Con tantos
corajes que pegaba la mujer se puso muy grave, y el marido en lugar de apoyarla
como debiera, se consiguió una amante una joven que vivía en el centro del
poblado. Era más joven y más bonita que Chole.
Siempre que Jacinto acudía a
la casa de su amante fogosos se abrazaban en la cama, y desde la ventana los
observaba una gata blanca con curiosidad.
Un día Soledad empeoró, y
sintiéndose muy enferma le pidió a su esposo que no saliera, que tuviera piedad
y se quedara con ella, pues estaba cierta que su final se aproximaba. Pero
Jacinto hizo oídos sordos a las súplicas de su mujer, y se marchó a gozar de la
vida en los brazos de su amante.
Cuando llegó a la casa de su
amiga, se dio cuenta de que en la ventana se encontraba la gata blanca que lo
observaba con sus redondos ojos azules. Enojado contra el bello animal, Jacinto
fue a la cocina y tomó un gran cuchillo cebollero, cogió a la gata por el
cuello y le clavó el instrumento en la barriguita. La pareja de adúlteros
escuchó horrorizada los lamentos y gritos desgarradores que lanzaba la pobre
gata asesinada sin piedad. Eran muy fuertes y similares a los lamentos y gritos
de una mujer en agonía.
Al día siguiente, Jacinto
regresó muy campante a su casa. Abrió la puerta y se metió hasta la recámara
donde vio a la pobre de Soledad muerta en la cama. Cuando habló con los
vecinos, el malvado hombre se enteró que desde su casa se habían escuchado terribles
maullidos de dolor, como si a una gata la estuviesen apuñalando…
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