Mi bisabuelo Francisco, indio
purépecha puro, y curandero de su pueblo, Cherán, me contaba hace muchos años,
antes de que cayera fulminado por un ataque al corazón y siendo yo aún un niño inquieto, que su tatarabuelo le relataba muchas historias.
Entre ellas le gustaba mucho la que se
refería al diluvio que cayó sobre la Tierra. Me contaba que en el
principio de los tiempos sólo existían los animales, las plantas y los árboles,
pero no había seres humanos.
Un día, Tucupachá, el dios de todo el
universo, o más bien, la palabra de Dios, decidió crear a las personas. Tomó un
poco de barro, lo moldeó, y creó a un hombre y a una mujer. Pero cuando la
pareja se fue a bañar al río se desbarató. Así pues, decidió probar con masa de
cenizas, y les dio forma otra vez, Pero sucedió lo mismo, al bañarse la pareja
se deshizo.
Tucupachá pensó entonces en hacerlos
de metal. Puso manos a la obra y, ¡listo! Cuando el hombre y la mujer se
metieron al agua se multiplicaron y se formaron todos los pueblos indios que
habitan la Tierra. No se deshicieron, sino que se convirtieron en los padres de
todas las personas.
Pasado un cierto tiempo, llegó un
diluvio que arrasó con todo y con todos, solamente sobrevivieron Tezpi, un
hombre muy inteligente, y su parentela que pudieron salvarse del horror del
agua gracias a su ingenio.
Tezpi construyó una canoa con madera
de ciprés, metió en ella a su esposa, sus hijos, granos de maíz y muchos
animales, y se fue navegando cerca de las nubes. Pasado un largo tiempo, las
aguas del diluvio empezaron a bajar, y Tezpi envió a Curitze, el Zopilote, a
inspeccionar la Tierra, pero el ave no volvió por andarse comiendo los
cadáveres que encontraba.
Decidió entonces mandar a Tzintzuni,
el Colibrí, que regresó con las plumas llenas de olor y reflejos de la
naturaleza, y con una flor en su piquito que indicaba que ya se podía habitar
la Tierra. Entonces, Tezpi decidió bajar al mundo para volver a poblarlo, pues
supo que Colibrí tenía razón, ya que era un mensajero del dios Sol.
Así fue como el semidiós Tezpi salvó a
la humanidad de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra, lo cual
debemos agradecerle… ¿O quizá no?
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