La ciudad de Aguascalientes es muy famosa por su feria: “la Feria
de San Marcos”
Cuentan que frente a la plaza de San Marcos vivía un comerciante
muy rico que tenía la costumbre de donar enormes cantidades de dinero a
la parroquia, por ser también un hombre devoto. Era muy respetado en la
comunidad y ofrecía fiestas memorables.
Tenía una hija muy joven y ya tenía un pretendiente en la ciudad
de México, un muchacho rico también En eso, estalló la Revolución y la vida en Aguascalientes
dejó de ser tranquila, como en el resto del país. Primero llegaron a esta
ciudad los villistas, quienes recibieron el apoyo de los lugareños, por
miedo que por estar convencidos en la revuelta armada. Dicen que el comerciante
ofreció una recepción en su casa para los generales para quedar bien y sentirse
protegido.
Con el paso de los días la tranquilidad pareció volver a su ritmo
acostumbrado. Pero las noticias de la avanzada carrancista hacia la
ciudad eran en verdad preocupantes. Ya se sabía que habían azolado Zacatecas y otros lugares
más al norte. Tales revolucionarios eran bandidos que no respetaban a nadie y
robaban o mataban por puro gusto. Cuando esto
llegó a oídos del comerciante acaudalado, ideó un plan para esconder sus riquezas
en un lugar seguro. Sin que nadie entendiera la razón, le pidió a varios de
sus trabajadores que esa misma noche armaran un alboroto lejos de la
plaza de San Marcos.
Dicho alboroto cumplió su cometido, pues todos los habitantes de
los alrededores fueron a ver de qué se trataba, lejos de la plaza. Desde la
tarde el comerciante había llenado un baúl con sus riquezas de más valor:
monedas de oro y joyas, tanto personales como las de su esposa y de toda su
familia.
Cuando estuvo seguro de que no había nadie en la plaza fue a
escarbar un hoyo muy profundo al pie de una jacaranda. Después fue
a su casa por el baúl para enterrarlo en dicho pozo. Su hija fue la única
persona que atestiguó todo aquello porque él quería que ella supiera dónde
había quedada escondida su futura fortuna.
No pasaron muchos días desde aquel acontecimiento para que la
ciudad sufriera las revueltas carrancistas. Antes de que esto ocurriera, los
más ricos ya habían huido hacia otros destinos; el comerciante se fue con toda
su familia a la ciudad de México, con el propósito de regresar cuando fuera
posible. Pero la lucha armada duró tanto tiempo que esa y muchas otras familias
jamás volvieron.
El comerciante casó a su hija con el muchacho rico de México y
siempre le recordó que debajo de aquella jacaranda en
Aguascalientes estaba su herencia y que hiciera uso de ella cuando la
requiriera. Pasaron los años y el comerciante murió; su hija nunca tuvo
necesidad económica de recuperar el tesoro, pero sí quiso hacerlo por los
recuerdos de su juventud y de su familia guardados en aquel baúl.
Cuentan que la hija del comerciante un día llegó a Aguascalientes
y fue directamente a visitar lo que había sido su casa familiar. Llevó al
esposo y a sus hijos ya grandes a que conocieran la iglesia de San Marcos, así
como el lugar donde estuvo el comercio de su padre. Después caminó sola por la
plaza para ubicar el punto exacto donde recordaba aquella noche a su padre
enterrando el tesoro. Dicen que la mujer se sentó a llorar en una banca porque
la jacaranda ya no existía.
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