El sapo es un animal tímido y
nocturno, que se oculta en lugares oscuros y que por la noche sale a cazar
insectos para alimentarse. En muchas culturas antiguas
se le ha asociado con la Luna.
Varias tribus de indios
norteamericanos lo relacionaban con la fase oscura del ciclo lunar; es decir,
el período de tiempo más silencioso y profundo que permite encontrar y enseñar
la sabiduría. Asimismo, se le ha vinculado con diversos dioses. Por ejemplo, en
la religión mexica el sapo excavador, tamazolin, “animal viejo con verrugas”,
estaba relacionado con el dios del agua Tláloc, obviamente por la lluvia de la
cual ambos eran partícipes, era el lento mensajero del dios, pues al dar un
brinco se quedaba abstraído y mirando a la nada, como lelo. El sapo también ha
tenido fama de flojo y descuidado, como nos informa fray Bernardino de Sahagún: El sapo tamazolin es flojo, no va caminando
con las patas cuando anda, sino que nomás va dando brinquitos; y cuando brinca
no va haciéndolo seguido, sino que nomás va de brinquito en brinquito (zan
chocholotiuh); o brinca una vez y ahí se queda sentado, mirando, croando nomás.
Los sapos y las ranas fueron asociados
por los mexicas con la lluvia, cuando se escuchaba croar a los sapos
sabían que las lluvias estaba cerca. El dios Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra,
era un monstruo marino que vivió en el mar pasado el cuarto diluvio que sufrió
la Tierra.
En su forma femenina se la llamaba
Tlalcíhuatl. La diosa Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, Señor/Señora de la Tierra, la
Gran Devoradora de Hombres, se representaba en la
iconografía mexica con una parte de su cuerpo en forma de serpiente y la otra
como un sapo con bocas llenas de sangre en sus coyunturas, y en la
posición del parto indígena con las fauces abiertas.
A veces, se la representaba con la
mitad de su rostro descarnado con una boca de la cual sale un tepatl, cuchillo,
con ojos y boca. Su cabello era rizado, por ello asociado a los dioses de la
Tierra y del Más Allá.
Esta extraña diosa se tragaba los
cadáveres y los hacía pasar hasta su matriz a través de su vagina dentada, a
fin de encaminarlos hacia el Mictlán. Se le reverenciaba llenándose el dedo
cordial con polvo del suelo y llevándoselo a la boca; se le ofrecían corazones
que se colocaban en unas vasijas nombradas cuauhxicalli, la sangre se vaciaba
en el temalácatl, el altar circular de sacrificios, como parte del rito de
fertilidad. Hemos de mencionar que los rituales dedicados a Tlaltecuhtli sólo
los realizaban los sacerdotes, por tratarse de un aspecto tan importante como
era el nacimiento de una nueva vida. Como afirma Eduardo Matos Moctezuma: Al ser un rito de tránsito o de iniciación
muy importante que dará pie para que el individuo pueda nacer o renacer para
continuar su nueva vida, se convierte en algo sumamente sagrado que permanece
or esta razón en el mundo de lo oculto.
El mito relata que Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca raptaron a la diosa del Cielo y la colocaron en un sitio donde
había agua. Ellos la observaban en silencio y pensaron que era necesario fundar
la Tierra. Se transformaron en serpientes gigantes y la atacaron.
Cada uno de
los dioses agarró un brazo y una pierna, y jalaron hasta que la partieron por
la mitad: una parte la aventaron hacia arriba para crear al Cielo y las
estrellas; la otra, la tiraron y se convirtió en la Tierra. Fue tan brutal la
acción a que sometieron a Tlaltecíhuatl, que los dioses viejos se
enojaron, y decidieron que para mitigar el dolor infligido a la diosa de su
cabeza surgiera todo lo bueno de la Tierra para que los hombres pudieran
habitarla. Así pues, de sus ojos nacieron las cuevas, las fuentes y los pozos;
de sus largos cabellos surgieron las flores, las plantas, y los árboles; de su
piel la hierba chiquita y las pequeñas florecitas; y de su nariz, los valles y
las montañas.
El monolito de esta destripada diosa
se encontró en las Ajaracas, en el Centro histórico de la Ciudad de México un 2
de octubre de 2006. Se trata de un disco de andesita rosa proveniente del cerro
de Tenayuca que pesa doce toneladas. Matos Moctezuma dijo que se trataba de: “Una
deidad telúrica y nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado
con cráneos y huesos cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y
caracoles, exclusivo de las deidades femeninas”
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