Esta puerta era un pasadizo
que comunicaba a la iglesia con la hacienda de El Carro y cuentan que la hija
del conde siempre venía por acá a oír misa. El pasadizo hace un puente y dicen
que allí en ese puente, donde hay un arco, se aparece el fantasma de la hija,
que le decían la «Niña Conchita».
La sacristana cuenta que ella sí la ha visto, que es muy
bonita, con el pelo largo, que siempre anda con unas enaguas blancas y que
siempre se aparece a los doce del día y a las doce en la noche. La sacristana
la ha visto de noche porque se queda aquí a dormir, cuenta la Sra. Francisca
Mauricio.
Cuenta una historia que María Conchita Moncada así se
llamaba ella y luego fue la dueña de aquí cuando todavía era jovencita se
enamoró de un peón y por mucho tiempo llevaron su amor a escondidas porque eran
de clases sociales diferentes. Ella sabía que si su papá se daba cuenta hasta
podía matarla y por eso por mucho tiempo ella y el peón llevaron su amor en
secreto.
Cuando ella venía a escuchar misa, pasaba por el puente
donde está el arco y salía por el pasadizo para llegar aquí a la iglesia. Como
entre el puente y el pasadizo hay un lugar oscuro, ahí siempre la estaba
esperando el muchacho para besarla y decirle cosas bonitas. Quién sabe cómo
estuvo el asunto, pero un día el conde se enteró y aunque la Niña Conchita negó
ese amor, tarde o temprano tuvo que decir la verdad porque había quedado
encinta. Aunque el conde era un tipo muy duro, se apiadó de su hija porque ella
era su hija predilecta. Entonces la mandó a un convento en México y ella nunca
volvió para acá en vida del conde. Empezó a venir cuando ya era dueña de la
hacienda, luego de que su papá había muerto y la heredó a ella.
La «Niña Conchita» nada más venía a pasar las vacaciones
aquí, y dicen que casi todo el día andaba con su hábito de monja, hasta cuando
se sentaba a hablar de negocios con los administradores o cuando salía con
ellos a supervisar cosas de la hacienda. Pero también dicen que siempre al
mediodía y en la media noche se ponía ropa normal porque quería ir al templo
como mujer y no como religiosa. Pero la verdad es que ella quería encontrarse
con su amor, o al menos recordar los momentos felices que vivió con él.
De la casa cruzaba por el puente, luego el arco y se
quedaba en el pasadizo, como si ahí estuviera el peón esperándola. Dicen que la
oían llorar y es por eso que su ánima todavía se aparece en ese mero lugar a
esas horas.
Lo que no sabemos es qué pasó con el peón ni con el hijo
que seguramente engendró la «Niña Conchita». Eso nadie lo cuenta porque no se
sabe, pero una se puede imaginar que el conde mandó matar al peón o él mismo lo
ha de haber matado porque desgració a su hija. Y del niño, o sea el nieto del
conde, quién sabe. Habrá nacido y de seguro lo habrán dado en adopción a una
familia de México porque ese secreto tenían que guardarlo muy bien, pero los
secretos por muy secretos que sean siempre se saben, y ya ve, de este mismo
secreto estamos hablando ahora.
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