Dice una leyenda que “el marqués de Aguayo”, amo y señor de el
Real de Mazapil, era un hombre temido tanto por sus amigos como por sus
enemigos, pues tenía fama de ser un hombre de horca y cuchillo, cruel y
despiadado con sus enemigos, pero también benévolo y tolerante con quienes le
servían de manera leal. Aquel
hombre tan temido por todo el mundo tenía una debilidad muy grande por su
esposa, a quien amaba e idolatraba –no había deseo que tuviera y que no le
cumpliera–.
Pero no todo era miel: esa gran devoción que sentía por su bella
esposa estaba acompañada por unos celos inmensos que lo hacían dudar del amor
de ella, así que encargó a uno de sus mozos más fieles la tarea de seguirla y
espiarla para ver si se encontraba con alguien durante las largas ausencias que
tenía, debido a lo extenso de sus dominios. Así pues, “el marqués” se retiró
confiado de que a su regreso tendría un extenso reporte de lo que hacía su
bella esposa.
Cuál sería su sorpresa al volver, las noticias no podían ser más
devastadoras: su esposa lo engañaba con uno de los mozos de la hacienda;
aprovechando la ausencia de su marido, ella le permitía a ese mozo la entrada a
sus habitaciones por las noches y salía poco antes de despuntar el alba. “El
marqués” no cabía en sí del asombro que tal noticia le causara; su honor había
sido mancillado por la persona que más amaba, montó en cólera y su primera
intención fue matarla en ese mismo instante. Pero se contuvo. No convenía poner
su honor por los suelos a causa de una mala mujer, no iría a la cárcel y
tribunales a ventilar las razones de su acción, así que lo pensó mejor.
Pronto sería el cumpleaños de su mujer y ésa sería la mejor
oportunidad para matarla sin pagar por su crimen, y sin que su honor sufriera
mella, así que puso en acción su plan: haría dos fiestas simultáneas, una en la
hacienda de Los Patos hoy Presidencia Municipal de General Cepeda, Coah. de la
cual era dueño y en la que estaría el, y otra en el Real de Mazapil en la que
estaría su esposa. Así que puso manos a la obra y pensó: “Si algo sale mal
tendré que protegerme”. Entonces empezó a trasladar su dinero y joyas, así como
el oro que tenía, a la hacienda de Bonanza. Lo llevó a través de túneles que
tiempo atrás había mandado construir, y que comunicaban de Mazapil hasta la hacienda
de Los Patos y otras haciendas, túneles que poca gente conocía, salvo algunos
mozos y jinetes que transportaban el oro por abajo para evitar asaltos por
cuenta de las gavillas que asolaban la región.
Así pues, trasladando y enterrando su tesoro en Bonanza, para lo
que pudiera salir mal, tenía su plan asegurado. Sin embargo, existía un problema:
¿cómo le haría para estar en la hacienda de Los Patos y en Mazapil el mismo día
si era una distancia enorme? Aún a través del túnel y un caballo no era suficiente,
así que lo estuvo pensando hasta dar con la solución: llegado el día pondría a
varios mozos con caballos frescos en tramos razonables para, a manca caballo,
llegar y regresar lo más rápido posible sin que se notara su ausencia.
Teóricamente, solucionado el inconveniente, llegó el día de la
fiesta, así que a festejar, cada quien por su lado. En Los Patos estuvo con sus
amigos brindando por su bella esposa. En un momento determinado solicitó
permiso a los asistentes para retirarse a sus habitaciones, pues dijo sentirse
mal.
No se retiró sin antes dejar órdenes de servir más vino y comida,
así como a los músicos que siguieran tocando alegremente, ya que la fiesta
duraría días, como se acostumbraba en aquellos tiempos. Al retirarse, “el
marqués” entró de inmediato al túnel, donde ya lo esperaba un mozo con su
caballo, y a todo galope partió hacia Mazapil, llegando en un tiempo récord.
Al llegar, se dirigió a su habitación, en la cual había una
entrada secreta para que no se dieran cuenta de su presencia. Fue suerte o el
destino, pero ahí se encontraba su bellísima esposa, a quien abrazó y felicitó
con un beso. Ella feliz de que “el marqués” estuviera en su festejo, le pidió
bajar juntos a la fiesta. Él aceptó, pero pidió hablarle al mozo el supuesto
amante de su mujer para darle ciertas instrucciones y que fuera una sorpresa
para los asistentes.
Llegó el mozo y “el marqués” le dio indicaciones de que fuera al
túnel donde otro compañero esta y allí lo esperaran; también le hizo jurar que
no diría a nadie que estaba en Mazapil, pues quería que su presencia fuera una
sorpresa. Acto seguido, le pidió a su esposa que brindaran juntos por su
felicidad. Así lo hicieron, bebiendo ella de una copa envenenada que le causó
la muerte inmediata.
Una vez cometido el crimen, “el marqués” se dirigió al túnel, donde
ya lo esperaban los mozos el de la ofensa y el de los caballos, así que
llegando lo primero que hizo fue matar a ambos mozos y de inmediato emprender
el regreso a la hacienda de Los Patos. Adentro del túnel también asesinó a
todos los mozos y caballos que le habían servido para cometer su crimen.
Reapareció en la fiesta, sin que nadie sospechara nada y todo siguió muy
normal. De tal modo, “el marqués de Aguayo” eludió la justicia.
Añade la leyenda que tiempo después de su artero crimen, “el
marqués” se enteró de que su esposa no le había sido infiel con aquel mozo ni
con nadie, y que todo había sido una calumnia urdida por un mal amigo, debido a
la envidia y celos por la predilección que ella tenía para con “el marqués”.
Se cuenta que a partir de ese momento comenzó a perder la razón,
lamentándose por haber cometido aquella atrocidad, en la mujer que era todo
para él, y en los inocentes que murieron sin saber por qué. Algunos dicen que
“el marqués” murió en una cueva como un ermitaño y totalmente loco, otros que
en un convento en una sierra de Sonora, otros en Chihuahua y algunos dicen que
en Torreón. Sea cual fuere, el caso es que, según la leyenda, murió solo y
abandonado.
¿Y el tesoro? Ah,
de aquel fabuloso tesoro poco a poco fue enterrando en la hacienda de Bonanza
nunca se supo si lo encontraron o no.
Lo que sí se sabe es que mucha gente lo ha buscado, destruyendo
casi en su totalidad lo que fuera una hermosa hacienda en busca de dinero
fácil, pero no lo han logrado. Aún en la actualidad hay quien se aventura a
probar suerte, sin resultado. Ojalá que algún día alguien lo encuentre.
Lo que sí: triste final para un hombre de tal poderío que lo tuvo
todo y murió sin nada. ¿Se lo merecía? ¿Justicia Divina? ¿Ustedes qué opinan?
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