Según
se dice, el nombre de esta calle viene de esa palabra que significa ardid o
artimaña, trampa en el juego aún cuando también puede ser corrupción de la voz “Trueque”
que significa cambio o permuta.
La
gente que vive por allí asegura que una sombra de varón, vestido a la usanza,
con larga capa, sombrero de ala ancha calada hasta las cejas, de modo que solo
deja ver dos chispas a manera de ojos sobre un rostro pálido y desencajado, se
desliza a lo largo de esta calle cuando el silencio y las sombras de la noche
son completas.
Es
la sombra de don Ernesto que sigiloso se detiene ante una puerta.
Llama
tres veces y se oye un chirrido de ultratumba. Entra el caballero. Es la casa
del Juego a la que sólo van los más ricos de Guanajuato. Se juega en grande:
primero las bolsas repletas de dinero, luego las de oro, después las fincas, en
seguida las haciendas y por último las minas. Es mal día para don Ernesto. Ha
perdido tres o cuatro de sus mejores propiedades.
Está nervioso como nunca. La
fortuna le ha dado las espaldas. Hace un recuento con la mente y advierte que
lo ha perdido todo.
-“No
todo, amigo, aún queda algo de valor”-
-“Que
el diablo lo supiera, ¿Qué es?”-
-“Y
va en una jugada, por cuanto has perdido, decídete a jugar un solo albur más”-
Don
Ernesto fuera de sí, exclama:
Su
adversario se inclina sobre la mesa para musitarle unas palabras al oído de don
Ernesto…
-“No
por Dios, ¡Ella no!”- grita el caballero en el colmo de la exaltación.
-“Resuélvete,
así podrás recuperar todo lo que has perdido”-
Transcurren
unos instantes de lucha interior de don Ernesto y al fin exclama:
-“Sea
pues, a la carta mayor”-
Su contrincante,
parsimoniosamente, coloca sobre la mesa dos cartas; una sota de oros y un seis
de espadas…
-“A
la sota”- grita don Ernesto temblando de emoción.
Se
deslizan los naipes fatídicos… siete de
bastos, tres de oros, caballo de copas y al fin aparece la carta maldita, el
seis…
-“Perdite
de nuevo”-
Don
Ernesto se quedó mudo, sin moverse, como desplomado sobre sí mismo.
A
jugado a su bella esposa. Es hombre de palabra y tiene que cumplir y no se dio
cuenta…
Que
su adversario es el propio diablo, por eso don Erensto no vio una sola jugada…
Esto
sucedió en la calle del truco.
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