El uso
ritual y ceremonial de las flores en nuestras culturas mexicanas viene desde
muy antiguo, desde aquellas lejanas épocas en que las civilizaciones
mesoamericanas las usaban para tales fines en gran profusión; sobre todo los
mexicas quienes apreciaban sobremanera su belleza y su valor.
Nuestra
actual flor de muerto, el cempasúchil, cuyo origen etimológico es el vocablo
náhuatl cempoalxóchitl, de cempohualli, “veinte” y Xochitl,
“flor”, fue una flor mexica muy empleada en las festividades religiosas. Por su
forma de pétalos radicales y su fuerte color amarillo, representaba, y aún
representa en algunos grupos indígenas, al Sol, que da vida y calor.
El aroma
de sus pétalos es un elemento psicopompe que posibilita y dirige la llegada de
las ánimas del más allá. Es a través del caminito que se forma con los pétalos
que las almas de los difuntos podrán llegar hasta la ofrenda de muertos, donde
alimentarán su sutil cuerpo con la esencia de los alimentos.
Pero su
significado va más lejos, para los mixes de Ayutla, Oaxaca, la flor de
cempasúchil simboliza el alma de los difuntos; así como para los habitantes de
Mixquic, Distrito Federal, el ofrendar esta flor a los muertos grandes tiene el
significado de un recordatorio que les impide olvidar al dios Tonatiuh quien,
según el mito, la dio a los mortales para venerar a los ancestros.
En
cambio, los tlapanecas de Guerrero, creen firmemente que la flor de cempasúchil
simboliza a los ángeles enviados por Dios para cuidar a los muertos, y a su
aroma lo denominan “alma”.
El
cempasúchil, es una planta herbácea de hojas divididas, de flores grandes color
anaranjado, amarillento o rojizo. Su olor es agradable y penetrante.
Contiene
aceite esencial, resina, materia colorante amarilla, grasa y tanino, entre
otras sustancias más.
Florece
en octubre y noviembre, razón por la cual actualmente la usamos como parte de
los rituales de Día de Muertos. La conseja popular nos informa que es muy útil
contra los cólicos ventosos y el miserere.
El zumo
de sus hojas bebido, o las hojas maceradas en agua o vino, templan el estomago
frío y provocan la orina y el sudor.
De esta
hermosa y ceremonial flor, el fraile Bernardino de Sahagún nos dice en su
fascinante obra Historia general de las cosas de la Nueva
España: “... son amarillas y de buen color, y anchas y
hermosas, que ellas se nacen, y otras que las siembran en los huertos; son de
dos maneras, unas que se llaman hembras cempoalxóchitl y son grandes y
hermosas, y otras que hay las llaman machos cempoalxóchitl y no son tan
hermosas ni tan grandes”
A
Sahagún debemos también la relación que nos legó de las fiestas en que esta
flor se usaba particularmente. Así, en el séptimo mes llamado Tecuilhuitontli,
se homenajeaba a la Diosa de la Sal Huixtocíhuatl, hermana mayor de los
tlaloques, diosecillos del agua. Una mujer ataviada con los ornamentos de la
diosa era sacrificada: La noche antes de la fiesta velaban las mujeres con la
misma que había de morir, y cantaban y danzaban toda la noche; venida la mañana
aderezábamos todos los sátrapas y hacían un areito muy solemne; y todos lo que
estaban presentes al areito tenían en la mano aquellas flores que se llamaban
cempoalxóchitl.
La
fiesta a la madre de los dioses, Teteo Innan o Toci, Nuestra Abuela, tenían
lugar en el undécimo mes conocido como Ochpaniztli, para la cual: …Entrando este mes, bailaban ocho días, sin
cantar, sin teponaztli; los cuales pasados salía la mujer que era la imagen de
la diosa... compuesta con los ornamentos con que pintaban a la misma diosa; y
salían gran número de mujeres con ella, especialmente las médicas y parteras, y
partíanse en dos bandos y peleaban apedreándose con pellas de pachuli y con
hojas de tunas, y con pellas hechas de hojas de espadaña y con flores que
llamaban cempoalxóchitl, este regocijo duraba cuatro días.
En el
octavo mes, Huey Tecuilhuitl, llevábase a cabo la fiesta a Xilonen, Diosa del
Maíz Tierno, a cuyas honras mataban a una mujer que encaminaba sus paso finales
acompañada de varias mujeres que bailaban y… Llevaban todas guirnaldas amarillas, que se llaman cempoalxóchitl y
sartales de los mismo las que iban delante guiando, las cuales se llamaban
cihuatlamacazqui, que eran las que servían en los cúes que también vivían en
sus monasterios.
Hecho este sacrificio a honras de la diosa Xilonen,
tenían todos licencia de comer xilotes y pan hecho de ellos, y de comer cañas
de maíz. Antes de este sacrificio nadie osaba comer estas cosas; también de
allí adelante comían bledos verdes cocidos, y podían oler también las flores
que se llaman cempoalxóchitl, y las otras que se llaman yiexóchitl.
En el
noveno mes llamado Tlaxochimaco, que como hemos visto era el mes de las flores,
el buen fraile nos dice que “…Dos días
antes que llegase esta fiesta toda la gente se derramaba por los campos y
maizales a buscar flores, así silvestres como campesinas, las cuales unas se
llamaban... cempoalxóchitl”
Esta
flor de la cual podemos aún disfrutar, está ligada a nuestros altares de
muertos por más de cuatrocientos años, pues se la empezó a emplear con esta
función, exclusivamente, una vez iniciada la Colonia, ya que como queda dicho
anteriormente los antiguos mexicanos la usaban para todo tipo de fiesta y no
nada más para los dedicadas a los muertos.
Sin
embargo, a pesar de que no podemos pensar en el Día de Muertos sin que nos
llegue a la mente esta olorosa flor, no es la única que acompaña a las ofrendas
mortuorias.
Junto a
ella, aparecen muchas especies más, tantas como flores crezcan en las
diferentes regiones de nuestro país.
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