El Señor
Azul, dios de suma importancia en la cultura nahua, fue el dios del fuego.
Desde la época en que los mexicas andaban del tingo al tango, ya se le adoraba.
Se le conoce como el Señor de la Hierba y como el Señor de la Turquesa.
Siguiendo la tradición de la multi personalidad de los dioses del panteón
mexica, El Señor Azul tuvo varios nombres: Huehuetéotl, el Dios Viejo;
Cuezaltzin, Llama de Fuego; y Izcozauhqui, el Cara Amarilla. También se le
llamó Culebra de Luz. Xihuitl simboliza el principio creador que proporciona
calor y vida, dios del fuego que purifica la tierra y renueva la naturaleza y
las cosas en general.
Iba
desnudo, sólo le cubría una capa de plumas amarillas, la barba pintada de negro
y rojo; plumas verdes adornaban su corona, y lucía orejeras de turquesas
azules. En la mano derecha portaba cinco chalchihuites de hermoso color verde.
Deidad del día y del calor, señor de los volcanes, y personificación de la vida
después de la muerte. Patrono de de los tlatoanis, a quienes se les consideraba
la encarnación de Xiuhtecuhtli.
Se le
dedicaban varias ceremonias: una al año, otra cada cuatro, y al cumplirse
cincuenta y dos años, se festejaba el Fuego Nuevo. Se le sacrificaban esclavos
que simbolizaban los colores del fuego; a saber, el Xocauhqui Xiuhtecutli,
amarillo; el Xoxouhqui Xiuhtecutli, el azul celeste; el Tlaltlauhqui
Xiuhtecutli, el rojo; y el Iztac Xiuhtecuhtli. Todos ellos colores sagrados,
como sus nombres lo indican.
Junto
con Chantico, personifica a los dioses padres de todos los dioses y de la
humanidad: Ometecuhtli y Omecíhuatl. Uno de sus símbolos fue la cruz de los
rumbos sagrados del universo.
Las tres
partes que componen el mundo: la terrestre, el inframundo y el ámbito
celestial, fueron unidas por Xiuhtecuhtli, quien desde el Mictlán subió hasta
el Cielo pasando por la Tierra como una columna de fuego, para mantener a los
tres planos unidos. Cuando se extinga la columna de fuego el mundo llegará a su
fin.
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