Hubo una
vez que por razones político-religiosas, el Señor de Curínguaro dio a Tariácuri
una de sus hijas para que contrajera matrimonio con ella.
El
propósito oculto de tal dádiva era quitarle a Curicaveri, el máximo dios. Para
ello, la muchacha debería ser obediente con Tariácuri y no abandonarlo en
ningún momento.
Tariácuri
se encontraba en Zinbani haciendo flechas cuando vio llegar a los viejos que le
llevaban a la joven.
Les dio
la bienvenida mientras los ancianos le informaban que Chánshori le enviaba a la
chica, para que le ayudase a guardar sus aperos cuando viniese de sus
labores, y para confeccionar mantas para el dios Curicaveri y para el mismo
Tariácuri.
El
joven, complacido, aceptó la ofrenda en nombre del dios, y obsequió a los
ancianos con una sabrosa comida.
Poco
después, los mensajeros se despidieron llevando consigo bellas mantas y
camisetas para entregar a su Señor.
La mujer
tomó posesión de la casa de Tariácuri, y al poco tiempo quedó encinta. Pero la
joven era licenciosa y frecuentemente se escapaba para ir a Curínguaro a
emborracharse con sus amigos.
En una
ocasión ya no volvió más, y Tariácuri, extrañado, le preguntó a su tía el
paradero de la muchacha.
La tía
le respondió que se había ido a la casa paterna sin siquiera enviar un
mensajero avisando de su ausencia.
Tariácuri
le pidió a su tía que fuera a buscarla, pero ella le respondió que tal vez
fuera mejor que él fuese en su búsqueda. Tariácuri emprendió la marcha
acompañado de su séquito.
En
Zirimba Angátacuto atrapó un venado y recogió leña. Al llegar al pueblo
encendieron un gran fuego en honor del dios Uréndequauécara de Corínguaro al
que sacrificaron el venado.
Cuando
llegó ante su suegro, el príncipe se dio cuenta que todos los amigos, parientes
y mujeres del Señor estaban borrachos.
Su
suegro le instó a que desollase al venado para asarlo y comerlo a fin de
quitarse la borrachera.
Cuando
estaban comiendo, el suegro le preguntó a Tariácuri la razón por la que no
había llevado a su esposa, a lo que él respondió que no era su intención
visitarlo, sino que había ido tan solo a llevar una ofrenda al dios
Uréndequauécara, y que había aprovechado para pasar a saludarlo.
Chánshori
le invitó a beber, pero Tariácuri le respondió muy airado y enojado:
-“No tengo de beber, que me tomo luego el vino y
cairéme aquí, encima de vosotros, porque me tomo muy malamente”-
En
seguida agarró su arco y sus flechas y, sin despedirse, salió de la casa.
Chánshori envío un hijo suyo a darle alcance.
Tariácuri
le preguntó la razón por la cual se esposa no se encontraba en la casa de su
padre, el cuñado prometió indagar el paradero de la joven.
De
regreso, y una vez informado Chánshori, les preguntó a las mujeres de su harén
si sabían dónde estaba la joven esposa de Tariácuri.
Pero
nadie la había visto. Entonces el Señor dijo: -¿Quién dijo que la apartase de su marido? Id a buscarla. Al enterarse la joven huidiza que todos
la estaban buscando, sigilosamente se refugió en sus antiguos aposentos.
Cuando
la encontraron, la llevaron delante de su padre, quien enseguida se percató de
que llevaba los belfos llenos de licor y la cara tiznada.
Enojado,
le preguntó la razón por la cual había abandonado a Tariácuri, a lo que la
joven respondió que su esposo pensaba matar a sus hermanos y familiares, que la
cuestionaba mucho acerca de su carácter y forma de ser de manera inadecuada y
grosera, que le decía mostrándole una flecha en la mano: - Mira, mira mujer, con estas tengo de matar
todos tus hermanos y parientes. ¿Cómo, son valientes hombres? ¿Son ligeros?
¿Para qué se quieren poner bezotes? ¿Es por ventura bezote el que se ponen? ¿No
es un palo que se ponen allí? ¿Son esforzados? ¿No son mujeres’ Y las
guirnaldas de trébol que se ponen en la cabeza no son sino cintas de mujeres
que se ponen en el cabello. Y las orejeras de oro no son orejeras de oro, mas
zarcillos de mujeres.
¿Por qué no se las quitan y se ponen zarcillos? Y
lo labrado que tienen en las espaldas no es de valientes hombres, mas labores
de mujeres. Y las camisetas que traen no son sino mantas de mujeres y sayas.
¿Para qué traen los cueros de tigre en las muñecas?
¿Son por ventura valientes hombres? Mejor harían de comprar sartales para
ponerse en las muñecas.
Y las otras insignias que traen de valientes
hombres y los mástiles que traen, que no son mástiles más sayas y fajas de
mujeres. Y los arcos que traen no son arcos, mas telares de mujeres; y las
flechas no son sino lanzaderas y husos de mujer… Yo los mataré, acabaré con
todos. Mira, mira, mujer, con estas les tengo de flechar.
En una
palabra, según la mentirosa esposa estaba llamando cobardes maricones a sus
hermanos.
Al oír
lo relatado, Chánshori se enojó mucho, y ordenó a su cohorte de ancianos que se
llevasen a la joven y la entregasen a su marido.
Pero en
el camino la mala esposa se encontró con dos de sus amigos de juerga: Xorópeti
y Taréquasinguata, quienes la invitaron a beber vino, la emborracharon y
fornicaron con ella.
Al otro
día, Tariácuri fue a recoger leña para el templo de Curicaveri, terminada su
tarea se sentó en el portal de su casa para desayunar.
En esas
estaba cuando su infiel esposa salió, muy bañada y fresca, por la puerta de la
casa llevando en las manos una jícara llena de pescado.
Su
actitud era como la de alguien que sabe que ha hecho mal, pero trata de
disimularlo. Llena de temor ofreció la jícara con pescado a su esposo y le dio
la bienvenida.
Tariácuri
llamó a una tía y le ordenó que cociese el pescado, al tiempo que decía: -
Ven acá y lleva este pescado y cuécelo todo. Nosotros, ¿qué, habemos de comer
pescado del burdel?... Llevadlo todo y coceldo y queden algunos pocos para que
pongamos ofrenda dello a Curicaveri.
Esta afrenta no se ha hecho a mí sino a Curicaveri. Rauda,
la muchacha entró en la casa… y Tariácuri se fue al monte por leña.
En otra
ocasión, cuando Tariácuri se alistaba para la fiesta de Purécotaquaro para la
cual sacaban a Curicaveri y al dios de la guerra llamado Pungárecha de sus
templos, vio llegar a Xorópeti y a Taréquasinguata, los dos amigos de parranda
de la disoluta esposa.
Los
amiguitos deseaban participar en la celebración a los dioses.
Tariácuri
les dio la bienvenida. Al percatarse la mujer de la llegada de sus cotlapaches,
se arregló esmeradamente para recibirlos.
Se
preparó una buena comida y todos se pusieron a comer y a beber.
Al ver
que Tariácuri no bebía le preguntaron la razón, a lo que contestó que no bebía
por no emborracharse y descomponerse, pero que ellos lo hicieran.
Al
llegar la tarde, se despidió de ellos para ir al monte a recoger matas de
trébol y leña para el templo. Mientras tanto, la esposa y sus amigos se
divertían de los lindo, tomaban sin medida, y magreábanse a placer.
Al
llegar a su casa, Tariácuri la vio toda desarreglada y preguntó a su tía por su
esposa. La tía le informó que estaba enferma, que tal vez tenía “senguero”;
Tariácuri acudió a verla a sus aposentos.
La
encontró cubierta hasta la cara con una manta, la destapó y se dio cuenta que
toda la cara y el cuerpo estaban tiznados, y las ropas mal puestas y
desgarradas…
Pero no quiso reprenderla por temor a causar
una guerra con Chánshori. Y así siguió el mal comportamiento de la mujer por
mucho tiempo.
Hasta
que un día, cansado de llevar los cuernos, Tariácuri decidió deshacerse de la
funesta mujer y tomar una nueva esposa.
Los
problemas se terminaron.
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