Cuentan los
indios pimas, o’odham, “pueblo del río”, del estado de Sonora, que en el
principio de los tiempos no existía absolutamente nada, ni Cielo, ni Tierra, ni
agua.
Pasado
muchísimo tiempo, miles de años, la Oscuridad formó una enorme masa de la cual
surgió el Espíritu del Chamán de la Tierra, Juh-Wert-A-Mah-Kai, flotando
incesantemente sin poder descansar ni tener un lugar donde posarse para
descansar.
Un día
en que se encontraba especialmente cansado, el Espíritu decidió construirse un
lugar donde poder reposar y vivir cómodamente.
Tomó un
poco de polvo de su pecho y un poco de su sudor, los mezcló cuidadosamente y
formó un terrón, sobre el cual cantó y bailó hasta que surgió un arbusto de
creosota, planta muy común en los desiertos.
Acto
seguido, Chamán de la Tierra creó a las hormigas, y a la termita llamada
hiaptic quien hizo crecer al terrón hasta que Tierra alcanzó el tamaño en que
la conocemos.
Chamán
de la Tierra cantaba y bailaba, y al compás de sus pasos la Tierra se iba
formando maravillosamente; hizo surgir al Cielo que desde entonces sirve para
tapar a la Tierra; asimismo, apareció la primera casa de los pimas.
De
repente, la Tierra se deformó, se desunió, y quedó inservible para ser
habitada.
Chamán
de la Tierra decidió crear a la Araña Gris para que tejiese una telaraña
alrededor de las orillas de la Tierra que la sostuviera y pudiera volverse a
unir.
Así lo
hizo la Araña Gris, y tejió tan bien y tan fuerte la telaraña que la
Tierra quedó firme y sólida.
Gracias
a la buena fabricación de la telaraña mágica y sagrada los hombres pueden vivir
en el mundo sin caerse.
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