En el
siglo XII llegaron a la región de Zacapu los purépecha guiados por
Iré-Ticatame.
Al
caudillo le gustó mucho el lugar y decidió asentarse en tan hermoso sitio.
Construyó un templo para que en él se adorara a Curicaveri, el dios tutelar del
grupo.
Poco
después, ofreció su amistad y apoyo al cacique de Naránxhan, llamado
Zirán-Zirán, siempre y cuando llevasen leña, regularmente, al templo de
Curicaveri para hacer el fuego sagrado en su honor.
Zirán
accedió y le ofreció a Iré-Ticatame su hija, Pisperama, Flor de Maravilla, para
que la esposase.
De la
unión nació Sicuir-Achá, El Señor Vestido de Pieles.
Pasado
un tiempo, Iré- Ticatame encontró a su hijo elaborando una flecha para dar
muerte a los de Naránxhan, porque habían robado los venados sagrados que el
joven había cazado como tributo a los dioses.
De
pronto, los de Naránxhan atacaron al padre y al hijo y huyeron rápidamente.
Poco después, los transgresores sorprendieron a Iré-Ticátame para matarlo.
El
caltzontzin se defendió solo contra muchos de los enemigos utilizando las
flechas sagradas que le habían otorgado los dioses.
Eran
muchos los vengativos enemigos y el valiente guerrero cayó muerto.
Cuando
Pisperama se enteró de la muerte de su esposo, lo colocó sobre un altar
preparado ex profeso, cubrió su cuerpo con flores y con las flechas sagradas
formó una pira y la encendió.
La pira
con el cadáver y las flores creció de tal manera que formó un enorme cerro, que
con el fuego de la pira del valeroso guerrero se convirtió en el volcán más
grande de Zacapu – que hoy conocemos con el nombre de Cerro de El Tecolote- que
constantemente arrojaba fuego desde sus entrañas.
Sucuir-Achá,
el hijo, se puso tan furioso por el asesinato de su padre que acabó con todos
los de Naránxhan, hecho que aplacó la terrible ira del volcán y tranquilamente
se durmió.
Desde
entonces Iré-Ticátame, vigila a su amado pueblo que habita el Tzacapu elegido
por el dios Curicaveri, convertido en un bello volcán de tres mil cinco metros
de altura.
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