Cuenta
la leyenda que había dos jovencitas enamoradas del hijo del
cacique Tenderí, pero solo una correspondida, la princesa de Jalata.
La mujer desdichada
se juntó con otras tres amigas para conquistar al hijo del cacique.
Y en
busca de fortuna visitaron a una adivina quien les dijo que arriba en la
montaña ubicada donde ahora es la laguna de Masaya, vivía una serpiente que
mantenía encantado al hijo del cacique y mientras la serpiente viviera, el amor
del joven nunca sería de otra mujer.
Para lo
cual tenían que amarrar a la serpiente en el tronco de un árbol de Guácimo con
los cabellos de las cuatro mujeres hasta que la serpiente muriera y se rompiera
el encanto.
Una vez
amarrada, la serpiente comenzó a llorar y llorar pero nunca murió y fue tanto
su llanto que sus lágrimas formaron lo que hoy es la laguna de Masaya.
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