viernes, 11 de julio de 2014

LEYENDA DE LA CALLE DEL TRUCO



Según se dice, el nombre de esta calle viene de esa palabra que significa ardid o artimaña, trampa en el juego aún cuando también puede ser corrupción de la voz “Trueque” que significa cambio o permuta.

La gente que vive por allí asegura que una sombra de varón, vestido a la usanza, con larga capa, sombrero de ala ancha calada hasta las cejas, de modo que solo deja ver dos chispas a manera de ojos sobre un rostro pálido y desencajado, se desliza a lo largo de esta calle cuando el silencio y las sombras de la noche son completas.

Es la sombra de don Ernesto que sigiloso se detiene ante una puerta.

Llama tres veces y se oye un chirrido de ultratumba. Entra el caballero. Es la casa del Juego a la que sólo van los más ricos de Guanajuato. Se juega en grande: primero las bolsas repletas de dinero, luego las de oro, después las fincas, en seguida las haciendas y por último las minas. Es mal día para don Ernesto. Ha perdido tres o cuatro de sus mejores propiedades. 

Está nervioso como nunca. La fortuna le ha dado las espaldas. Hace un recuento con la mente y advierte que lo ha perdido todo.

-“No todo, amigo, aún queda algo de valor”-

-“Que el diablo lo supiera, ¿Qué es?”-

-“Y va en una jugada, por cuanto has perdido, decídete a jugar un solo albur más”-

Don Ernesto fuera de sí, exclama:

Su adversario se inclina sobre la mesa para musitarle unas palabras al oído de don Ernesto…

-“No por Dios, ¡Ella no!”- grita el caballero en el colmo de la exaltación.

-“Resuélvete, así podrás recuperar todo lo que has perdido”-

Transcurren unos instantes de lucha interior de don Ernesto y al fin exclama:
-“Sea pues, a la carta mayor”-

Su contrincante, parsimoniosamente, coloca sobre la mesa dos cartas; una sota de oros y un seis de espadas…

-“A la sota”- grita don Ernesto temblando de emoción.

Se deslizan  los naipes fatídicos… siete de bastos, tres de oros, caballo de copas y al fin aparece la carta maldita, el seis…

-“Perdite de nuevo”-

Don Ernesto se quedó mudo, sin moverse, como desplomado sobre sí mismo.

A jugado a su bella esposa. Es hombre de palabra y tiene que cumplir y no se dio cuenta…

Que su adversario es el propio diablo, por eso don Erensto no vio una sola jugada…

Esto sucedió en la calle del truco. 

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