jueves, 24 de julio de 2014

EL CALLEJÓN DEL BESO



La más sorprendente por su sabor trágico y romántico de auténtica leyenda, es la siguiente:

“Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hambre intransigente y violento, pero como suele suceder, siempre triunfa el amor por infortunado que éste sea. Doña Carmen era cortejada por un galán, don Luis, en un templo cercano al hogar de la doncella, primero ofreciendo de su mano a la de ella el agua bendita. Al ser descubierta sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.

La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Brígida, lloraron e imploraron juntas. Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Brígida llevaría una misiva a don Luis con la infausta nuev<a. Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas, hubo una que le pareció la más acertada. Una ventana de la casa de doña Carmen daba hacia un angosto callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente. Si lograban entrar en la casa frontera, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema.

Preguntó quien era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro. Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Carmen cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños.

Unos cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora. El padre arrojó a la protectora de doña Carmen, como era natural y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija.

Don Luis enmudeció de espanto. La mano de doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más fría. Ante lo inevitable, don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida. Por eso a este lugar, sin duda uno de los más típicos de la ciudad de Guanajuato, se llama el callejón del beso”

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