Hace ya muchos miles de años, María
Tepezcuintle se encontró dos huevos cuando caminaba por el campo buscando
quelites.
Recogió los huevos, los llevó a su
casa y los guardó en un baúl; después regresó a continuar con su tarea.
Cuando retornó a la casa, vio dos
juguetes tirados en el suelo y se molestó porque creyó que sus hijos habían
dejado basura botada. Al otro día María regreso al campo a recoger más
quelites.
De los huevos que María guardó en el
baúl, nació una pareja de niños. Los niños no querían que la muchacha se
enterase de su nacimiento, razón por la cual le pidieron al Chupamirto que les
avisara cuando vieran que María regresaba la casa, para tener tiempo de
esconderse en los cascarones de los huevos.
De esta manera pasaron varios días:
María yendo a buscar quelites y los niños escondiéndose cuando volvía.
Pero un día el Chupamirto se distrajo,
y la muchacha vio a los niños mientras jugaban. En un principio creyó que eran
sus dos hijos, pues María estaba casada con Venado.
Cuando volvió a irse al campo les
encargó a los tres la tarea de vigilar la casa. Pero los niños se comieron a
Venado que dormía tranquilamente en el tapanco. Le sacaron los ojos: el derecho
se lo quedó la niña, y el izquierdo el niño.
El corazón lo prepararon en caldo, y a
la piel de Venado la echaron muchos insectos ponzoñosos. Cuando María
regresó, los niños le dijeron que Venado estaba durmiendo en el tapanco que
oyera sus ronquidos, que no eran otra cosa que el zumbido de insectos.
María se sentó a comer el sabroso
caldo que los niños le habían preparado. Como le dio sed, la madre fue a la
fuente a tomar agua, y fue entonces cuando los sapos le dijeron que el caldo
había sido cocinado con el corazón de Venado. María se dirigió al tapanco y vio
a su esposo dormido.
Enojada, le arremetió a golpes con un
palo diciéndole que era un perezoso; al momento de golpear los insectos
ponzoñosos salieron y la picaron. Cuando vio a los niños, les reclamó su
nefasta acción, pero ellos le dijeron que Venado no era su papá, y que los tres
debían ir al fin del mundo. Así lo hicieron y en el camino pasaron muchas
dificultades: vencieron a la Mujer-Diablo en la tarea de sacudir el árbol de la
fruta; con una cerbatana destruyeron a dos peñas que tenían la costumbre de
comerse a las personas; cruzaron un río vigilado por un águila de dos cabezas
que solía devorarse a los hombres, aun cuando el ave raptó a los infantes y los
llevó a su nido, del cual escaparon haciendo una cuerda con el ceñidor y con la
que ahorcaron al águila y bajaron del alto nido mientras ésta dormía.
Al poco rato a la niña le dio sed, su
hermano le dijo que le diese el ojo de Venado, que brillaba como el oro, a
cambio de que le dijera dónde podía obtener agua para calmar su sed.
La niña le entregó; entonces el niño
orinó y escupió siete veces sobre un zacate, lo arrancó y brotó agua.
Cuando su hermana se aprestaba a
beber, el niño le advirtió que no se bebiese toda, ya que tendría que alcanzar
para todo el mundo. La niña no hizo caso y se la bebió toda. Ante el enojo de
su hermano, la chica hizo lo mismo con otro zacate, pero el agua que salió
estaba llena de lodo y le ensució la cara, es por eso que la Luna tiene manchas
en su superficie.
Con el ojo de oro de Venado, el niño
se convirtió en el Sol, brillante y dorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario