Pachuca
de Soto es la capital del estado de Hidalgo. Se la conoce como
La Bella Airosa o como la Novia del Viento, debido a los fuertes aires que la
azotan durante casi todo el año.
Actualmente
cuenta con un poco más de medio millón de habitantes. Como todo el estado, la
ciudad cuenta con una rica tradición oral.
Una
leyenda de Pachuca nos relata que un día Jacinto y su primo Benito
fueron al Municipio de Metepec a pasear; ellos venían desde México.
Estaban
muy contentos de haber visitado muchos hermosos sitios, cuando decidieron
sentarse en las bancas del parque de la ciudad a descansar, después de haber
cenado copiosamente en una fonda famosa por su buena comida.
Eran
cerca de las once de la noche cuando de pronto les llamó la atención un hombre
completamente vestido de negro que cantaba a unos treinta metros de donde ellos
se encontraban.
A los
jóvenes el hecho les llamó la atención, pues es bien sabido que en los pueblos
de provincia la gente suele recogerse temprano.
Se
quedaron callados escuchando su canción, cuando de pronto el hombre de negro
volteó en dirección donde se encontraban; los primos pudieron apreciar que la
cara del hombre tenía y color verdoso y estaba desencajada, parecía un ser del
más allá.
Cuando
el misterioso hombre les vio, les clavó una cruel mirada y lanzó una sonora y
horripilante carcajada que paralizó de miedo a los muchachos, y se alejó.
Jacinto
y Benito decidieron irse al hotel en que se hospedaban. Al siguiente día, por
la mañana acudieron a desayunar al restaurante del hotel. Se pusieron a platicar con
la dueña que estaba en la caja, y salió a relucir su experiencia nocturna con
el hombre de negro. La mujer los escuchó y, espantadísima, les dijo que se
trataba de un espanto.
Azorados
y temerosos, los jóvenes la escucharon: -Muchachos, el hombre que vieron anoche
es un fantasma. Murió hace más de cincuenta años. Era un hombre muy rico que
vivía aquí en Metepec, pero que era terriblemente avaro, estaba lleno de
avaricia.
Un día
se enfermó gravemente y no quiso pagar a un doctor para que fuera a verle. Por
supuesto que la enfermedad lo mató. Y como había sido tan malo y la avaricia es
un pecado capital, el hombre no pudo entrar ni al Purgatorio ni al Cielo y se
quedó a penar en este mundo.
Por eso
suelo salir por las noches a espantar a las personas por las calles y plazas
del pueblo.
Al oír
sus palabras Jacinto y Benito se espantaron mucho y decidieron poner pies en
polvorosa. Dos horas después, los chicos tomaron
el autobús que los habría de conducir a la Ciudad de México, pero nunca
olvidarían su experiencia con el hombre de
negro.
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