En una ocasión me dijo don
Pedro Linares, el artesano en cartonería, que cuando sus hijos estaban chicos
él había tenido muchos problemas económicos.
Entonces se prometió ir a
Chalma a ver si se le resolvía la situación a al menos alguno de tantos
problemas. Prometió ir a pie por un camino, agarrando por la zona de
Xochimilco.
En el trayecto se iba echando
sus cervecitas y sus alcoholitos, ron que le gustaba, y tomó tanto que se quedó
dormido de borracho antes de llegar al santuario de Chalma.
De repente, se le empezaron
a aparecer unos animales muy feos, que lo atacaban, que se lo querían comer.
Entonces despertó -él no sabe qué tanto fue sueño y qué tanto fue verdad- y se
fue rápido a Chalma, se dio prisa, ya no se distrajo, cumplió su manda.
Ya no se quiso regresar por
el mismo camino, se regresó por otro. Cuando llegó a su casa le contó a su
esposa lo que había pasado.
Lo curaron de espanto,
porque él seguía viendo esos animales y no podía explicar el por qué de
aquellas apariciones ni cómo eran.
Para explicarle a su esposa
lo que había visto, empezó a hacer los alebrijes, porque no podía describirlos
con palabras. Por ejemplo, un gallo con lengua de perro, un dragón, cosas de
ese tipo, pues no las podía describir.
Así fue como Pedro Linares
empezó a hacer los alebrijes.
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