La
Laguna de Ojo de Agua se encuentra en Orizaba, Veracruz, situada en la
parte baja del Cerro de Escamela.
Por ser
un sitio muy bello, numerosos orizabeños acuden al lugar a pasar un agradable
día de campo. La tradición oral veracruzana cuenta una leyenda escalofriante
que sucedió en tal lugar.
Hace
algunos años, un trabajador regresaba de sus labores algo apurado, pues se le
había hecho tarde. Con el fin de llegar pronto a su casa, tomó el camino de Ojo
de Agua.
Al pasar
cerca de un pozo de agua ya seco, escuchó el llanto lastimero de un niño.
Buscó de donde provenía y se encontró a un niñito sentado al pie del pozo. Se
le acercó y le preguntó la causa de su llanto.
El
infante primero se mostró reticente, pero acabó por decirle al señor que estaba
perdido, y le pidió que lo llevase a la iglesia de Potrerillo, donde sus padres
seguramente irían a buscarle, pero que debería llevarlo cargando ya que no
podía caminar.
El buen
hombre se aprestó a cargar al niño para llevarlo a donde le pedía, pues
consideró que era su deber de buen cristiano.
El
pequeño añadió que por ningún motivo volteara a verlo hasta que no hubiesen
llegado a la primera iglesia que encontraran en el camino. Al trabajador le
pareció un poco extraña tal petición, pero como ya quería llegar pronto a su
casa, asintió.
Al
llegar a una iglesia, se escucharon unos ruidos muy raros, extraños, y el
hombre reaccionó instintivamente y volteó a ver al pequeño.
El susto
fue tremendo cuando en lugar del niño vio un horripilante monstruo que se reía
de una manera escalofriante.
Al
escuchar las carcajadas, el hombre aventó al “niño” y corrió a refugiarse en la
iglesia. Al verlo entrar tan espantado, el sacristán lo acogió y le contó la
terrible historia.
Le dijo
que de todos era sabido que el día en que ese repugnante monstruo lograra
entrar en una iglesia, el Ojo de Agua se desbordaría e inundaría completamente
a la Ciudad de Orizaba y todos sus habitantes morirían ahogados, y que se
trataba de una profecía que algún día se cumpliría inexorablemente, aunque aún
no había llegado el momento.
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