lunes, 30 de noviembre de 2015

EL BULTO



Esta historia sucedió en la Ciudad de México, en la Colonia Santa María, en la casa donde vivíamos que estaba situada en la Calle de Álamos.

Sucedió cuando mi hermana estaba embarazada de mi sobrina Silvia.

La recámara que ocupamos mi esposo Benito y yo, estaba contigua a la de mi hermana.

Una noche, como a las doce, oímos a mi hermana Clara que empezó a dar de gritos, unos gritos espantosos que helaban la sangre.

Mi cuñado Rafael no se encontraba en México, sólo estábamos nosotros con ella.

Corrimos a su cuarto a ver que le pasaba, y la encontramos de pie, cerca de su cama, pálida como la muerte.

Cuando se calmó un poco, nos dijo que un bulto blanco se le había echado encima; ella estaba despierta cuando se le vino encima, así que no podía haber sido un sueño. Cuando el bulto se le echó encima, ella solamente atinaba a decir:

-¡Ay, ay, ay!

En esas estábamos cuando de pronto apareció por una esquina el famoso bulto blanco; era algo sin forma, un bulto, del que empezaron a salir unas como manos; mi hermana lloraba, yo rezaba para que se fuera la aparición, pero ahí seguía.

De pronto se expandió un olor espantoso que llenó toda la habitación, mi hermana cayó al suelo desmayada, y en seguida el bulto blanco se le echó encima; nosotros queríamos quitárselo, pero no podíamos asirlo, se escurría.

Por fin el bulto se fue, pero mi hermana quedó traumatizada para siempre; además, le quedó en la mejilla una mancha color blanco que nunca se le quitó.

¿Quién sabe que sería esa cosa diabólica? Nunca volvió a aparecer. Cuando el esposo de mi hermana volvió de su viaje, tuvo que llevarla al psiquiatra.

Lo más horrendo fue que cuando dio a luz, mi sobrina Silvia tenía la misma mancha en el cachete!

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