A siete kilómetros de la
Ciudad de Toluca, capital del Estado de México, se encuentra el poblado de
Metepec, llamado en lengua matlatzinca Nepintatiui, En la Tierra del
Maíz.
En la cima del cerro de
Metepec, también llamado Cerro de los Magueyes, se encuentra situada la Capilla
de Metepec.
Esta capilla le gusta
mucho a la Tlanchana Atltonan Chane, una hermosa diosa que es mitad mujer y
mitad serpiente acuática, venerada por los indios matlatzincas por sus poderes
para mantener el equilibrio entre la tierra y el agua.
Le gustaba a la Sirena,
como también se la llama, porque la capilla contaba con una campana de oro, que
cuando repicaba producía un fascinante sonido que se expandía a muchos
kilómetros de distancia.
A la Tlanchana le
encantaba escucharla todos los días y consideraba a la campana como de su
propiedad.
Pero en una fatal
ocasión, el malvado Diablo decidió robarse la campana. Cuando la tuvo en sus
manos la escondió en una de las tantas cuevas que tiene el Cerro de Metepec.
Cuando supo del robo la
Tlanchana, casi se volvió loca de la tristeza.
Desde un montículo de
tierra rodeado por agua, situado en el Barrio de San Miguel, la Sirena veía
hacia la Capilla donde estuviera su adorada campana, y lloraba a moco tendido,
y le cantaba las canciones más tristes que se sabía. Su llanto y su canto
hubiesen podido conmover al ser más maligno, pero no al Diablo que disfrutaba
con el sufrimiento de la pobre diosa.
La campana nunca fue
devuelta por Satanás. Desde entonces, por las noches iluminadas por la luna, se
puede ver a la Tlanchana sobre el montículo, se escucha su llanto y sus tristes
canciones, y hasta hay quien afirma que se escuchan las estridentes carcajadas
de don Diablo.
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