Cuenta
una leyenda zapoteca de Santo Domingo Petapa, municipio ubicado en la
región del Istmo de Tehuantepec, que hace muchos años dicho pueblo estaba
asolado por numerosas inundaciones que provocaba una temible Serpiente.
Todos
los habitantes de Santo Domingo estaban sumamente preocupados, pues las
inundaciones eran tan fuertes que pensaban que un día el agua podría acabar con
el pueblo haciéndolo desaparecer completamente.
Ante
tanta preocupación, dos personas que eran nahuales, es decir que tenían la
capacidad de convertirse en animales por sus facultades chamánicas, decidieron
poner remedio a la catastrófica situación.
Una de
las personas-nahuales era oriunda de Santo Domingo; y la otra procedía de
Tlacotepec, pueblo limítrofe a Santo Domingo. Estaban dispuestas a matar a la
Serpiente para solucionar tan tremenda situación.
Antes de
partir a cumplir con su noble tarea, les dijeron a los habitantes del pueblo
que si tenían éxito en la empresa, el agua del río llegaría completamente
teñida de sangre y cubierta de roja espuma; pero que en caso de fracasar el
agua correría limpia y clara, y que ellos desaparecerían para siempre, o sea,
que morirían.
Ambos
nahuales se encaminaron hacia el río. Cuando llegaron al sitio donde se
encontraba la malvada Serpiente, se convirtieron en rocas y se aventaron al
agua sobre la sierpe. Al recibir el golpe la Serpiente murió.
Al poco
rato, los habitantes de Santo Domingo vieron con sorpresa y deleite que el agua
llegaba tinta en sangre espumosa.
Todos se
pusieron muy contentos porque los nahuales les habían salvado de una terrible
catástrofe.
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