lunes, 11 de enero de 2016

CHOCHOHIRÓN, EL PÁJARO ASESINO



En una ocasión un grupo de niñitos nahuas que habitaban un pueblo localizado en las faldas de La Malinche, salió a pasear con su maestra. Querían trepar un poquito de esa hermosa montaña cuyo nombre original es Matlalcuéyetl, Venerable Señora de la Falda Azul, diosa de la vegetación y esposa del dios Tláloc.

De los quince niños que formaban el grupo, Jacinto era el más entusiasmado con la excursión, pues era de índole arrojada y valerosa.

Todos llevaban su itacate para comer cuando el hambre arreciara. Jacinto llevaba quesadillas de flor de calabaza que su madre, Agustina, le había preparado en el comal y un poco de atole agrio que tanto le gustaba.

Los chicos comenzaron a trepar felices por la montaña, caminaron por dos horas y se sentaron cerca de una cueva a descansar.

Después, comieron y, pasado un rato, se pusieron a jugar a las “escondidillas” y a cantar canciones que su maestra les había enseñado. En un momento dado, Jacinto tuvo ganas de “hacer de las aguas” y se alejó un poco de sus compañeros hacia un matorral.

En esas estaba cuando de pronto vio en el cielo un enorme pájaro que se acercaba a donde se encontraba.

Era un pájaro muy extraño. Al llegar cerca de Jacinto, el pájaro se metió a un “encanto”; es decir, una cueva que estaba cerca y en donde se refugia y manifiesta la divinidad, las entidades benéficas o malévolas que guardan a la naturaleza.

Jacinto, curioso como todo chiquillo, se acercó a la cueva donde se había refugiado el pájaro.

De repente, el Chochohirón, el espantoso pájaro que muerde como víbora, se lanzó sobre el niño y le propinó tremenda mordida que le provocó un desmayo.

La maestra y los compañeros corrieron a auxiliar a Jacinto.

Le llevaron hasta el pueblo con  el médico-curandero, quien enseguida procedió a hacer una incisión con un vidrio en los orificios dejados por el pájaro, para extraer el veneno por medio de ventosas; en seguida, aplicó emplastos de plantas y le dio a beber al jovencito un cocimiento de las mismas.

Le llevó al temazcal, donde Jacinto permaneció por tres días.

Al tercer día el niño estaba curado; el curandero lo sacó del temazcal y lo llevó al mismo sitio donde el Chochohirón le había mordido, para que pudiese recuperar el alma perdida por el tremendo susto.

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