Todo principió al finalizar el año escolar de 1942.
Gilberto, amigo y compañero de estudios, me invitó a pasar las vacaciones en un
pequeño rancho próximo al Nevado de Toluca, accedí gustoso y para hacer
ejercicio, realizamos el viaje a pie. Aquel pequeño rancho había sido propiedad
de su padre, que a su vez lo había heredado de su abuelo y éste, de su
tatarabuelo.
Todos los días nos levantábamos temprano para
excursionar por los montes, unas veces a caballo y otras a pie. Después
tomábamos un baño en un manantial de agua caliente.
Uno de tantos días amaneció lluvioso y resolvimos
quedarnos en casa. Para distraernos subimos a las galeras donde sus antepasados
guardaban todo lo que ya no les era útil.
Para nosotros ese lugar fue muy atractivo,
encontramos cosas de mucho interés y gran valor; pero llamó poderosamente
nuestra atención un cajón a manera de cofre de pirata que contenía papeles; los
leímos con avidez por tratarse de la historia de la familia de Gilberto.
Entre estos documentos encontramos un pliego
escrito hace más de 150 años, en papel corriente, escrito con lápiz; no
obstante el paso de los años, se leía con claridad. El documento tenía
documento tenía el color amarillento de los papeles viejos, al desdoblarlo se
separó en partes, acomodadas por nosotros pudimos descifrar su contenido.
Iniciamos su lectura con gran sorpresa y
encontramos lo siguiente.
"Año de 1760, yo, Bartolomé Juan del Castillo,
en nombre de Dios Padre que me crió y me conserva, hago la confesión siguiente:
Siendo el jefe de los ladrones que operaban en la
Sierra del Nevado, yo como depositario de grandes robos de conductas que
llevaban grandes tesoros que se conducían a España y que pasaban por estos
campos y de varios puntos de los minerales.
Declaro en nombre de Dios Todopoderoso, ser cierto
todo lo que voy a escribir”
“Declaro que en la Cañada del Jicote que se halla
en los Montes de los Estrada, de su lugar donde se juntan dos aguas una chica y
otra mayor, de allí por abajo donde hace un salto chico, está un subterráneo,
su puerta es pequeña, apenas puede caber el cuerpo de un hombre, está al pie de
una corta peñita, dicha puerta está cubierta con una losa que a su vez está
cubierta con tierra, aquí hay intereses muy grandes. Y del salto para arriba,
en está misma cañada está otra que no tiene peña, está en la loma o costado de
la cañada, está donde hay muchas hierbas de otatillo.
De allí mismo, subiendo rumbo al poniente, hasta
llegar a la cumbre de la loma del Espinazo, estando allí encima del sur, se
tomará a la derecha para abajo hasta dar con un cerrito chico que tiene muchos
árboles, allí mismo se buscará un encino con dos brazos que figuran codos, uno
está mirando a Zacualpan y otro al veladero, al pie están ocho botijas de
dinero enterradas. Se tomará rumbo abajo hasta dar con una agüita muy pequeña
que sale del mismo cerro y va dar un salto chico, a un lado está la puerta de
la cueva, la mitad está en el salto grande, si lo encuentras te harás rico,
allí está el convoy que se le quitó al virrey O Donojú en el paso del macho,
este fue como un millón de dinero, al frente se encontrara un altar hecho de
mezcla donde está colocado el señor del hospital, que es el que veneraban antes
más.
También se encontrarán los útiles de plata y oro
con que se servía el virrey, en el interior está la gran cantidad de barras de
plata formando un camellón, también se encontrará un gran depósito de
ornamentos y a un lado otro altar con el Cristo de oro del Virrey, allí está
también el esqueleto de don Cristóbal de Nova, que murió atado por querer
entregar a los españoles este tesoro.
Hijo mío, pocos son los días que me restan de vida
y mi alma está devorada por crueles remordimientos. En este fatal estado pienso
y recuerdo tu orfandad desde la muerte de tu tierna madre, muerta de ti, la que
te dio a luz; quiero recompensarte a ti y a Inés mi hermana, por sus
humanitarias acciones.
Hijo mío, sabes que tienes un padre que tú no
conoces, vive todavía, pero que enviado en un mar de crímenes, hace horribles
memorias al título honroso de padre. Cometí varios crímenes, unas veces
empujado por venganza y otras por la defensa que debía hacer de mi persona.
En fin, querido Paulino, tú comprenderás que yo
quiero hacerte el bien y pido a Dios te conserve muchos años.
Los tesoros son muchos, puedes acompañarte de
quienes gustes, no importa cuántos sean, para todos alcanza; una sola condición
te pido, que mandes decir muchas misas para que Dios nos perdone, tanto a los
malhechores que anduvieron conmigo, como a mí.
Todos los objetos sagrados que pertenecen a la
Iglesia como cálices, custodias, vasos sagrados, patenas y demás ornamentos
religiosos, te ruego querido Paulino, hagan diligencia para que sean entregados
a la Iglesia y puedan ser utilizados para lo que fueron hechos; con todo lo que
sobre se remediarán; pues como te he dicho: hay tantos tesoros como para fincar
otro México nuevo.
Principia tu recorrido por el Cerro del Manzano, es
un cerro que tiene un manzano silvestre, está cerca de la Barranca del Muerto,
en su tronco tiene una herradura clavada, al pie de ese tronco hay seis botijas
de monedas de oro.
Yo, tu padre, estuve en tantos peligros que ignoro
por qué Dios me Conservó la vida. Sufrí muchas heridas mortales, sin embargo
pude Soportarlas porque uno de nuestros compañeros era curandero y Conocía las
propiedades curativas de muchas plantas de estos montes; así gracias a Dios
pude Conservar la existencia.
Todo lo que está ahí es de ustedes, remédiense en
sus necesidades y sigue buscando y no te olvides, querido Paulino, de ayudar a
los pobres, te lo encargo como primera obligación y manda decir muchas misas
por el alma de tu padre y por todos los demás malhechores que bien lo
necesitan".
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