Cerca del parque recreativo
llamado La Marquesa, en el estado de México, se encontraba un pueblo llamado El
Desagüe, donde vivía una mujer que ayudaba a las mujeres en el trabajo de
parto.
Una noche escuchó que
tocaban a su puerta fuerte e insistentemente. Abrió la puerta y vio
a un hombre vestido de charro que le pidió ayuda para ir a auxiliar a una mujer
que estaba a punto de dar a luz.
Ni tarda ni perezosa, la
mujer tomó su rebozo, se subió al caballo que la esperaba afuera de su casa, y
ambos, mujer y charro, partieron al galope.
La mujer no reconocía los
lugares por donde la llevaba el jinete, muy asustada iba encomendándose a la
Virgen María.
Al poco rato llegaron a un
humilde jacal donde se encontraban varias mujeres rodeando a una parturienta
que gritaba y se contorsionaba por los dolores del parto.
Se trataba de la esposa del
charro. La partera bañó a la mujer, le puso un lienzo mojado en la frente, le
indicaba cómo debía respirar y todo lo que debía hacer para llegar a buen fin
en el alumbramiento.
Las mujeres ayudaban en
estos menesteres mientras el charro esperaba afuera de la casita.
En una ocasión que la
partera salió del jacal a refrescarse, le dijo al apurado esposo que el bebé ya
había sacado media cabeza y que pronto nacería.
Efectivamente, en un momento
dado la mujer profirió un fuerte alarido, la partera la puso de cuclillas
mientras dos mujeres la sostenían de las axilas, y el bebé salió de la madre
quien al poco rato arrojó la placenta.
El charro entró a la casa y
se extasió con su hijito recién nacido al que inmediatamente encontró parecido
con su propia persona.
Después, el charro acompañó
a la partera de regreso a su casa, previa entrega de una bolsita
llena de monedas de oro y con la consigna de que no contase a nadie lo
acontecido esa noche, porque si lo hacía su vida peligraría.
Asustada ante la amenaza, la
mujer se metió en su casa, puso la tranca y esperó a oír los pasos del charro
que se alejaba… pero nunca los escuchó, el hombre y su caballo habían
desaparecido misteriosamente.
Como estaba muy asustada, la
partera contó lo sucedido a una amiga, quien le aconsejó que se llevase la
bolsita del dinero y lo regalara a la iglesia. Así lo hizo la mujer.
Al día siguiente la mujer
amaneció muerta en su cama, el charro había cumplido su amenaza y ante la
desobediencia de la mujer habladora, le quitó la vida.
Varios vecinos aseguran que
en la madrugaba habían visto cabalgar al hombre cerca de la casa: se trataba
del charro fantasma que aun en nuestros días vaga galopando por los terrenos de
La Marquesa.
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