martes, 26 de enero de 2016

EL DAÑO QUE SUFRIÓ CARLITOS FUE IBOÑARA



Carlitos era un buen muchachito tepehuano de quince años que amaba la vida.

Los dioses lo habían dotado de una inmensa belleza que dejaba pasmados a todos los que le veían. Vivía en un pueblo llamado El Mezquite.

Todos los días que salía al campo a trabajar, una mala mujer llamada Gregoria, lo acechaba y lo veía embelesada.

Un día Gregoria llamó a Carlitos desde la puerta de su choza y le ofreció un vaso de aguamiel que el muchacho aceptó gustoso.

Se hizo costumbre, y siempre que pasaba el joven hacía sus labores, Gregoria le invitaba su vasito.

Ni que decir tiene que la madura mujer estaba enamorada de Carlitos, pero sin ser correspondida, pues el jovencito tenía su noviecita.

Desesperada, la mujer por la inocente indiferencia del chico, decidió acudir con un brujo de otro poblado para hacerle un “daño” al hermoso mozalbete.

Al siguiente día, Carlitos pasó por la casa de Gregoria y, como de costumbre, bebió el vaso de aguamiel.

Pero el aguamiel estaba preparado para causarle la iboñara.

Cuando Carlitos regresó a su casa empezó con dolores de estómago y de huesos, y así siguió varios días hasta que la madre del chico decidió que lo viera un curandero, quien en seguida diagnosticó por medio del sueño la iboñara y procedió a llevar a cabo la ceremonia de “consagrar”.

Empezó por rezar tres credos, dos magníficas y nuevamente, tres credos; trazó tres cruces con agua bendita en los hombros de Carlitos, y le dio una limpia con un instrumento que el curandero preparó ex profeso: una varilla de madera a la que se amarran plumas de aguililla, que le sirvió para realizar los cinco “pases” que debían “cortar la enfermedad” haciendo los movimientos a los cuatro vientos.

Además, colocó una ofrenda a los santitos, las divinidades, para  que le ayudaran en la curación. Al terminar, el curandero recomendó a Carlitos que no le diera la mano a nadie, observara abstinencia sexual, y no se bañara.

El mocito cumplió las instrucciones.

A los cuatro días Carlitos estaba completamente curado, Su padre, don Enrique, se enteró de que la iboñara la había causado la tal Gregoria.

Acudió con las autoridades indígenas del pueblo a la casa de la mala mujer y, de común acuerdo, decidieron desterrar a la malvada que quiso matar a Carlitos por un amor mal entendido.

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