Carlitos era un buen
muchachito tepehuano de quince años que amaba la vida.
Los dioses lo habían dotado
de una inmensa belleza que dejaba pasmados a todos los que le veían. Vivía en
un pueblo llamado El Mezquite.
Todos los días que salía al
campo a trabajar, una mala mujer llamada Gregoria, lo acechaba y lo veía
embelesada.
Un día Gregoria llamó a
Carlitos desde la puerta de su choza y le ofreció un vaso de aguamiel que el
muchacho aceptó gustoso.
Se hizo costumbre, y siempre
que pasaba el joven hacía sus labores, Gregoria le invitaba su vasito.
Ni que decir tiene que la
madura mujer estaba enamorada de Carlitos, pero sin ser correspondida, pues el
jovencito tenía su noviecita.
Desesperada, la mujer por la
inocente indiferencia del chico, decidió acudir con un brujo de otro poblado
para hacerle un “daño” al hermoso mozalbete.
Al siguiente día, Carlitos
pasó por la casa de Gregoria y, como de costumbre, bebió el vaso de aguamiel.
Pero el aguamiel estaba
preparado para causarle la iboñara.
Cuando Carlitos regresó a su
casa empezó con dolores de estómago y de huesos, y así siguió varios días hasta
que la madre del chico decidió que lo viera un curandero, quien en seguida
diagnosticó por medio del sueño la iboñara y procedió a llevar a cabo la
ceremonia de “consagrar”.
Empezó por rezar tres
credos, dos magníficas y nuevamente, tres credos; trazó tres cruces con agua
bendita en los hombros de Carlitos, y le dio una limpia con un instrumento que
el curandero preparó ex profeso: una varilla de madera a la que se amarran
plumas de aguililla, que le sirvió para realizar los cinco “pases” que debían
“cortar la enfermedad” haciendo los movimientos a los cuatro vientos.
Además, colocó una ofrenda a
los santitos, las divinidades, para que le ayudaran en la curación.
Al terminar, el curandero recomendó a Carlitos que no le diera la mano a nadie,
observara abstinencia sexual, y no se bañara.
El mocito cumplió las
instrucciones.
A los cuatro días Carlitos
estaba completamente curado, Su padre, don Enrique, se enteró de que la iboñara
la había causado la tal Gregoria.
Acudió con las autoridades
indígenas del pueblo a la casa de la mala mujer y, de común acuerdo, decidieron
desterrar a la malvada que quiso matar a Carlitos por un amor mal entendido.
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