Fue el cobre el primer
metal que se utilizó en Michoacán; se le empleó para hacer todo tipo de
aleaciones: con oro, plata, zinc, plomo, y para crear aleaciones de bronce
empleando estaño.
En un principio, los
metales no se conseguían excavando túneles, sino que se buscaban a ras del
suelo en las vetas que llegaban a la superficie.
En la zona de la Laguna
del Infiernillo se han encontrado minas de cobre que estuvieron en explotación
durante el período del último cazonci, Tangáxoan Tzintzicha, que se explotaban a
tajo abierto; es decir, buscando la veta superficialmente.
Las paredes de la veta
se partían con cuñas de maderas de cuernos de animales para lograr que las
piedras se desprendieran de la pared. En el sitio arqueológico mencionado se
encontraron mazos y molcajetes de piedra para moler el mineral, llamados
tiquiches. Asimismo, se encontró una mesa tallada en la piedra que servía para
la molienda. En el sitio arqueológico de Chumuco, trabajaban veinte fundidores,
que recogían un promedio de medio celemín de polvo y piedra verde de la que
obtenían el cobre.
El celemín era una
medida de capacidad para áridos, 4,625 litros, que se dividía en cuatro
cuartillos.
Después de extraído, el
cobre se fundía soplando en unos canutos para mantener el fuego, y hacían unos
lingotes de aproximadamente veinte centímetros de largo, quince de ancho y seis
de alto llamados xeme, con un peso aproximado de 4.5 kilos.
Como la obtención era
efectuada por pepena, el mineral no estaba muy contaminado, y los componentes
extraños que aparecían se dejaban ya que servían para la composición deseada.
Los fundidores de cobre
también trabajaban como labradores, tenían cerca del cerro sus milpas de
labor, y sólo extraían el mineral cuando el Jefe Supremo lo requería.
Por ejemplo, el gobernante
de Tzintzuntzan contaba con personas que organizaban el buen funcionamiento de
las minas más importantes, las cuales se encontraban hacia el sureste del
imperio, hacia Cutzamala, Coyuca Ajuchitlán y Pungarabato.
Sin embargo, existían
otras minas hacia el occidente, cerca de Tuxpan y Zapopan. Otra forma de
obtener metales consistía en el pago de los tributos que obtenían de Sinagua,
La Huacana, Turicato y Coalcomán.
Los metales extraídos de las minas se conducían a talleres donde
se fundían y se formaban lingotes, que se enviaban a depósitos
localizados en la cuenca del lago de Pátzcuaro para ser custodiados por los
encargados del tesoro, quienes efectuaban rituales y ceremonias
especiales a los que acudía el cazonci antes de entregar los lingotes a los
joyeros quienes, con su divino arte, los transformaran en joyas para la
realeza.
Con los metales se
elaboraron objetos de uso práctico en la vida diaria y adornos. Entre los
primeros podríamos mencionar: azadas, coas, punzones, cinceles, agujas, alfileres,
anzuelos, y otros muchos más. Como adornos tenemos: cascabeles, brazaletes,
anillos, uñas, pectorales, cactlis, etcétera.
Las técnicas que se emplearon en el Michoacán antiguo fueron de
dos tipos: las técnicas en frío: grabado, repujado, laminado, martillado,
uniones mecánicas y pulido; más otras complementarias como el chapeteado, la
incrustación, el embutido, el forrado, el engastado y la coloración, por medio
del templado; y las técnicas que empleaban calor destemplado: hiladura,
fundición y vaciado, más la licuación, que incluye el fundido. Éste se hacía en
braseros, especies de crisoles, y como no contaban con fuelles, como ya
hemos mencionado, empleaban canutos para soplar y avivar el fuego.
Para llevar al cabo el
martillado, los artistas purépecha se auxiliaban de pequeños bancos de madera o
piedra, donde golpeaban el metal hasta lograr láminas tan delgadas que podían
medirse en milímetros.
En la lámina
trazaban los cortes deseados, según para lo que se deseara elaborar, y luego
empleaban la técnica de repujado para decorar con figuras, grecas o lo que los
artistas quisieran; técnica decorativa a la que acompañaban la filigrana y la
soldadura cuando se requerían.
Una tercera técnica
empleada por los indígenas fue el fundido, para lo cual se usaban hornos cuyo
calor se mantenía soplando por unos tubos. Ya fundido el metal, se vaciaba en
moldes de barro cocido, para crear el objeto.
Entre los orfebres de
Pátzcuaro se empleó la técnica de la cera fundida para elaborar anillos,
cascabeles, aretes y colgantes en forma de animales preciosamente elaborados.
El conocimiento metalúrgico de los purépecha sobresalió en sus trabajos con la
plata, el oro, y el cobre.
La principal producción
consistió en joyas y adornos. Además de las armas y de las joyas los purépecha
elaboraron herramientas para cubrir las necesidades de la vida cotidiana.
Es importante mencionar
que los purépecha conocían las pinzas para depilar, a las cuales llamaban
petamuti. Las había de grandes dimensiones que se llevaban colgadas al cuello.
Eran como dos lengüetas con las puntas redondeadas y bellamente decoradas;
algunas hechas de plata han llegado hasta nuestros días.
El descubrimiento del bronce fue decisivo, pues les
permitió rechazar los continuos ataques bélicos de los mexicas quienes
nunca emplearon el metal para fabricar armas.
Para elaborar el bronce
los purépecha conocían ciertas técnicas como la molienda del óxido de estaño, y
la obtención de estaño metálico que no se encuentra puro en la naturaleza, sino
en estado de óxido casiterita; asimismo, sus conocimientos les permitieron
fundirlos juntos sin riesgo a perder a uno de ellos por la oxidación.
Tres fueron los metales
preferidos por los purépecha: el oro, tiripiti o excremento del dios Sol; la
plata, teyácata, proveniente de las excrecencias de la diosa lunar Xaratanga, y
el cobre, llamado tiyahu charápeti.
Cuando no había mucho
oro, las piezas deseadas se hacían de este metal al que luego se bañaba en oro;
a este proceso lo llamaron tumbaga.
De ahí ha de venir el
famoso dicho de “sacar el cobre”.
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